Hace unas horas podía leer un mensaje en Twitter que decía que el 60% de los enfermos de hepatitis C lo era por el uso de drogas por vía intravenosa y el 15% por irse de putas. El mensaje lo lanzaba -estas cosas hay que tenerlas muy en cuenta hoy día- un pobre diablo que antaño se definía como anarcocapitalista -hoy simplemente como LET (Liberal En Twitter)- y que va de genio de la comunicación y la publicidad viral. La reacción no se ha hecho esperar, sobre todo porque lo lanza con la intención de aprovechar el tirón mediático que tienen ahora mismo en España esos asuntos, por la existencia de un fármaco que cura la enfermedad en un altísimo porcentaje de casos, cuyo precio ha sido fijado de forma desorbitada por el fabricante de manera que el coste de tratamiento por enfermo sobrepasa de media los 50.000 euros.
La linea argumental es conocida: si cogieron la enfermedad por inyectarse drogas o por irse de putas, no tenemos por qué pagar su tratamiento. Se ha usado contra los enfermos de SIDA/VIH desde hace tiempo y aún día se usa, a pesar de que ahora mismo las mayores tasas de infección las tienen los heterosexuales en relaciones esporádicas. Se podría usar contra el fumador que sufriera cánceres asociados al tabaco, o contra quien no come suficientes vegetales y fibra para terminar con un cáncer de colon, o contra el que hincha sus arterias de colesterol alimentando el sufrimiento cardíaco, contra el que desarrolla diabetes tras haber consumido mucho azúcar refinado o hipertensión y sus males asociados por haber tomado demasiada sal en las comidas o ser un sedentario que usa el coche hasta para bajar la basura a la calle.
Seleccionando el objetivo, el argumento se puede usar contra cualquier grupo que queramos
Estereotipos
Pero lo peor de todo es que dichos datos son falsos. Inventados. Se aprovechan de los estereotipos que gente como él, y muchas veces organismos y cargos oficiales, usan para dar cierto aspecto de solidez a sus declaraciones y argumentarios. Lo cierto es que la inmensa mayoría de los enfermos no tienen la menor idea de cuándo fueron contagiados, y los únicos de los que existe cierto grado de constancia sobre la forma de infección, fueron aquellos infectados a través de transfusiones sanguíneas en hospitales públicos y privados. También tenemos constancia de los infectados por el anestesista Juan Maeso, de cuyos virus se trazó un mapa genético para poder ver si procedían de la misma fuente. Maeso, un respetable médico anestesista que contagió a 275 pacientes en la mesa de operaciones, tenía la costubre de inyectarse fármacos anestésicos con el mismo material que luego inyectaba a sus enfermos. En este caso saltan por los aires los esterotipos, porque aunque usuario de drogas, no se contagió de los pacientes sino que contagiaba a los pacientes, que nada tenían que ver con drogas o sexo.
Tener hepatitis C puede deberse a muchas causas, que van desde las personales a las profesionales. El sexo sin protección con prostitutas lo puede contagiar igualmente que con tu esposa, si ella lo tiene o si tú lo tienes y no lo sabes. El compartir un “rulo” (billete enrollado para esnifar) puede bastar para contagiarla, pero no menos que compartir un cepillo de dientes o una hojilla de afeitar con otra persona. También el haber acudido al dentista en lo años 80 cuando las medidas de higiene no eran las mejores, el haberte hecho un tatuaje o un piercing en condiciones inciertas en el mejor de los casos, o haber tenido un accidente de tráfico en el que has quedado con heridas expuestas a los fluidos de una persona enferma eran motivos para que puedas tener el virus de la hepatitis C.
Aparte, usar drogas de forma intravenosa o tener relaciones sexuales con prostitutas o chaperos no es un riesgo mayor que inyectarse insulina o tener relaciones sexuales con no-profesionales: todo depende de las precauciones que tomemos en dichas acciones, como usar material estéril de inyección o usar métodos de protección frente a las enfermedades de transmisión sexual -como el preservativo- y no tener practicas de riesgo donde nos pongamos nosotros y/o pongamos a otros en la tesitura de ser susceptibles a una infección de ese tipo.
El uso de estos estereotipos es una cuestión moral, ya que sancionan comportamientos que la ley deja intactos, como es el elegir qué sustancias metemos en nuestro cuerpo o con quién decidimos mantener relaciones sexuales. Y vaya que si lo sancionan: hay un montón de aficionados al castigo moral que dicta “lo apropiado o correcto” y sacude con el estigma del estereotipo a quien no acata -exteriormente- esos dictados.
Contra los estereotipos sólo cabe el recurso del conocimiento y de la educación. Así de claro lo tuvieron siempre los estudiantes de SSPD o Students for Sensible Drug Policy – Estudiantes para una política de drogas sensata. Su fundación por parte de un grupo de estudiantes del Instituto Tecnológico de Rochester y de la Universidad George Washington en Washington DC, con intención de influir y modificar la política de drogas local y mundial, se debió a que en 1998 se volvió a autorizar una ley sobre educación de 1965 que vetaba los prestamos y becas para estudiantes que tuvieran condenas por drogas. Esto en la práctica hacía imposible la educación superior de cualquiera que no tuviera grandes cantidades de dinero y que hubiera sido atrapado fumándose un porro de cannabis, por ejemplo.
SSPD funciona como grupos autónomos dentro de cada centro o universidad, coordinados a nivel superior para campañas conjuntas a la hora de buscar un cambio en las actitudes y políticas con respecto al uso de drogas. Otro de sus logros fue presentar un “Amicus Curiae” aceptado en el caso Morse vs. Frederick en el que se debatía sobre el derecho de un menor de edad escolarizado a la libre expresión.
Morse vs. Frederick
Un “Amicus Curiae” es una intervención en un proceso judicial en el que una tercera parte no involucrada en el proceso presenta documentación o información que resulta relevante para el tribunal a la hora de tomar su decisión. El “Amicus Curiae” en principio no apoya a ninguna de las partes en el litigio sino que se limita a aportar a la corte información relevante que no es aportada por las partes actuantes. El caso de Morse V. Frederick fue un caso relevante para la libertad de expresión, y más específicamente para la libertad de expresión en materia de drogas ya que se consideraba -aún hoy se considera en muchos lugares- como una materia aparte, estereotipos mediante.
Joseph Frederick era un estudiante de instituto que un día, sin haber pasado por el centro, se juntó con sus amigos del mismo para ver el recorrido de la antorcha olímpica por su ciudad. Al grupo de amigos les habían dado el tiempo libre en el instituto para dicha actividad, que se desarrollaba fuera del centro y de la organización del mismo. En un momento del recorrido de la antorcha olímpica, justo cuando las cámaras de los medios llegaban, Joseph sacó una pancarta hecha por él mismo en la que se podía leer algo así como “Fúmate unos porros por Jesús”.
La directora Morse, que presenció el incidente, cruzó la calle ante todo el mundo para arrancarle de la manos la pancarta, y con ello su libertad de expresión. Por si era poco, le expulsó del centro durante una temporada.
Joseph no se echó atrás, recurrió a todos los medios a su alcance, y aunque perdió en primera instancia frente a la corte del distrito, en la apelación posterior ganó, llegando el caso al final al Tribunal Superior de los USA dónde se resolvieron -de forma incompleta y permitiendo recurso- la cuestiones presentadas pero llegando a un veredicto de 5 contra 4 a favor de la escuela y su directora en el acto de censurar, fuera de su centro, la expresión sobre las drogas de un alumno del mismo.
A pesar de esta decisión, Frederick demandó al centro en apelación ante la Corte Suprema del Estado de Alaska, llegándose a un acuerdo extrajudicial en el que el centro pagaba US$ 45.000 al estudiante antes de que los jueces llegasen a pronunciarse. Estaban cuestionando -con esta lucha- de forma efectiva las leyes que daban a la libre expresión en materia de drogas una calidad distinta a otras ideas que se mueven cómodamente dentro de la libre expresión.
Hace pocos días encontraba en Twitter un mensaje de SSDP pidiendo donaciones, ya que es una ONG que no recibe fondos de otra forma ni de organismos estatales, y les pregunté si aceptaban Bitcoin. Y bingo. ¡Claro que lo aceptan! Así que me puse a ello, escribí a Jake Agliata, el coordinador de SSPD y le pedí unos comentarios sobre la relación del grupo activista con el Bitcoin y aunque breve, esto es lo que salió.
Symposion: Hola Jake, dime… ¿desde cuándo conocéis y aceptáis donaciones en Bitcoin?
Jake Agliata SSDP: Empezamos a aceptar donaciones en Bitcoin a principios del 2014. Desde entonces lo hemos ofrecido a nuestros donantes como una forma alternativa de contribuir a los esfuerzos que SSDP acomete para acabar con la guerra contra las drogas.
S: ¿Por qué comenzasteis a aceptarlo?
J: Empezamos a aceptar Bitcoin porque muchos de nuestros aliados y personas que nos apoyan habían acogido con los brazos abiertos esta nueva forma alternativa de moneda, y sentimos que nosotros debíamos hacerlo también. De momento, nos ha permitido llegar a nuevas personas que nos apoyan así como dotar de una mayor flexibilidad a las donaciones que nuestros actuales miembros realizan. ¡En SSDP buscamos movernos hacia el progreso, no contra él!
S: ¿Cómo ha sido vuestra experiencia con la moneda hasta el momento?
J: Por ahora muy positiva. Aunque no recibimos muchas donaciones en Bitcoin, tenemos unas cuantas. La moneda no nos ha causado ninguna clase de problema y no prevemos que en el futuro pueda causárnoslo.
S: ¿Qué previsiones tenéis sobre la moneda y su uso?
J: En SSPD continuaremos apoyando a Bitcoin mientras nuestros miembros, simpatizantes y amigos lo sigan apoyando también. Una mayor adopción del Bitcoin en la economía actual beneficiaría a muchas de las personas de nuestra red, y tan sólo puede ayudarnos a crecer como organización y movimiento para acabar con la guerra contra los usuarios de drogas.
Estos chicos de SSDP rompen el estereotipo también: estudiantes, preocupados por las malas consecuencias de una política contra el individuo que no respeta los derechos básicos, organizados, activos y activistas, y además están muy metidos en drogas. En todo lo que tiene que ver con drogas y derechos del individuo.
¿Pero no eran pasotas despreocupados e incapaces de llevar vidas productivas los usuarios de drogas? No me aclaro ya con los estereotipos: la cosas no siempre son como se cree o se espera. 😉
En este caso puedes colaborar vía Bitcoin, como una razón más para apoyar su lucha. ¡Colabora con ellos!