Inmersos en el intenso melodrama que ha llegado a ser el clima distintivo de Bitcoinlandia, perdemos a menudo de vista la magnitud de la hazaña de Satoshi Nakamoto. Tomémonos unos minutos para apreciar el impacto de su obra.
Con los medios más modestos que cabe imaginar, Satoshi logró, él solo, aquello que todos los defensores de la separación entre Moneda y Estado habían intentando infructuosamente durante siglos mediante gruesos tratados, delgados panfletos, innumerables conferencias y debates, acción política, think tanks, proyectos educativos, etc.
Satoshi no dijo: “por favor, señores a cargo del monopolio estatal de la moneda, dejen de robar”, o “por favor, emitan el dinero fiat en base a este nuevo esquema”, o “utilicen esta vieja moneda como respaldo”. No dijo: “por favor, señores, presten atención a mis argumentos”. En realidad no dijo nada; Satoshi simplemente puso manos a la obra. Y cuando finalmente habló, no se dirigió a quienes ya consideraba irrelevantes en ese mundo futuro al que nos invitaba a asomarnos, sino a quienes compartían su visión de una moneda digital descentralizada, universal, segura, libre de fricción, censura e inflación. Acto seguido, puso su creación al alcance del mundo entero.
Al demostrar que podemos prescindir de todo el aparato dedicado a manipular la institución Moneda, Satoshi disipó la espesa niebla tras la cual se ocultaban los intereses de la aristocracia financiera. Al probar la viabilidad de una moneda resistente a la expoliación estatal, puso en evidencia la impostura de los apologistas del dinero fiat. Al colocar la emisión monetaria fuera del alcance de cualquier entidad monopólica, tumbó la creencia en la necesidad de un estamento con el poder de tomar decisiones económicas por todos nosotros.
Satoshi ha corrido el velo que ocultaba la naturaleza de las partes en conflicto en la verdadera lucha de clases. Resultó ser que los ideólogos del socialismo monetario no eran más que vulgares charlatanes; que su discurso era pura sofistería, y la creencia en los poderes sobrenaturales del planificador central una peligrosa superstición que no resiste la luz, natural e implacable, que Satoshi dejó entrar allí donde los magos del dinero guardaban sus secretos.
Ahora que sus engranajes están a la vista, el funcionamiento de la máquina de expropiar demandará dosis crecientes de violencia, pues cada vez será más difícil ignorar que la fortuna de una parte de la población se basa en la transferencia compulsiva de riqueza ajena (lo que vulgarmente se conoce como robo), mientras que la fortuna de la otra parte depende de su capacidad para defender el producto de su trabajo del robo sistemático; que unos aspiran a dirigir los asuntos ajenos, mientras que los otros buscan liberarse de ese control; que unos prosperan en entornos opresivos, bajo reglas arbitrarias e inestables que promueven el abuso y la corrupción, mientras que los otros prosperan en entornos predecibles, bajo reglas claras y objetivas que protegen la propiedad privada, la libertad de asociación y el libre intercambio.
Por lo tanto, cada vez resultará más fácil entender cuáles son los motivos que explican las diferentes actitudes hacia Bitcoin (BCH). Como nada es más peligroso para un parásito que un hospedador consciente de su condición, es natural que el primero interprete como el fin de una edad de oro –la edad del pillaje institucionalizado– aquello que para el segundo representa la posibilidad de un nuevo Renacimiento.
Indudablemente, las hostilidades continuarán; pero en este nuevo escenario, el balance de poder tenderá a inclinarse gradualmente a favor de la población pacífica y productiva, hasta que la institución Moneda sea por fin arrancada de los tentáculos de un Leviatán reducido a criatura inofensiva y suplicante.
¿Dices que la batalla será larga y penosa? Deberías considerarte privilegiado: para contribuir a la erosión del monopolio estatal sobre la moneda no tienes que convencer a los políticos ni a los votantes; no tienes que debatir con economistas; no tienes que manifestarte en las calles; no tienes que arriesgar tu vida en una trinchera; no tienes que fundar un movimiento político, ni huir al bosque a esperar que el Apocalipsis despabile a tus congéneres.
Todo lo que tienes que hacer es usar y promover el uso de Bitcoin (BCH) en cada vez más ámbitos, con el mismo espíritu que animó en su momento a los early adopters: ignorando el precio y atendiendo siempre a los fundamentos subyacentes al valor en el largo plazo.
¿Entiendes por qué esta sí es una batalla necesaria y enteramente justificada? Ganar significa poner fin a la agresión a esa escala demoníaca que guarda estrecha relación con la existencia de bancos centrales.
Pero no ganaremos predicando las bondades del dinero independiente del Estado, sino usándolo. No es acusando a los dueños del monopolio, sino prescindiendo de sus servicios, como sentaremos las bases de una era de paz, libertad y prosperidad sobre las ruinas del dinero fiat.