Los mercados siguen patrones. Suben. Bajan. Las economías también tienen sus días buenos y sus días malos.
Hay ciclos en todos los aspectos de la vida humana. Nacemos. Pero también morimos. Nuestras ciudades, países e imperios florecen … y luego se estancan y decaen. Inspiramos … y espiramos. Estamos felices … y luego nos entra la tristeza.
Los ciclos del mercado del crédito han sido largamente observados y cuidadosamente descritos. Las tasas de interés –que reflejan los altibajos– no van en una sola dirección. A veces cambian de opinión y dan la vuelta.
Y hay buenas razones por las que esto es así …
Imagina si las tasas de interés sólo fueran en una dirección. Los inversores conocerían el futuro. Ellos anticiparían la dirección del mercado (correctamente) e invertirían para aprovecharse de ella.
¿Pero cómo? ¿Quién les vendería a los inversores? ¿Quién querría estar del otro lado de la operación? Si las tasas sólo fueran hacia arriba, quién querría apostar a su descenso?
No … Si la gente supiera el futuro, no habría necesidad de mercados (cuyo objetivo es «descubrir» los precios).
Pero los mercados no pueden ser obliterados. Cuando están fuera de la ley … pasan a la clandestinidad. Cuando se postergan … acumulan energía. Cuando se los niega … se reafirman, y luego regresan con fuerza.
Las expansiones crediticias son habilitadas por tipos de interés reales (ajustados por inflación) bajos.
Las contracciones crediticias se producen cuando las tasas reales suben. Esto puede suceder porque los inversores temen perder el dinero que han invertido, o porque temen que el dinero que puedan obtener tendrá menos poder adquisitivo que el dinero que han prestado.
De cualquier manera, las tasas reales suben … y el crédito se contrae.
Después de 66 años de expansión del crédito, y 33 años de una tendencia a la baja en las tasas de interés, es de esperar una reversión.
El Deutsche Bank lo expresó con sequedad: «EE.UU. parece acercarse al final del ciclo en términos macro y micro…».
¿Casi seguro?
No.
¿Una buena apuesta?
Probablemente.
Y la pobre Janet Yellen –protegida como ha estado en el mundo académico y regulatorio toda su vida adulta– está a punto de descubrirlo.
Durante los últimos siete años, los inversores han sabido –casi con seguridad– que la Fed no iba a permitir que las tasas de largo plazo se elevaran. Hoy se supone que la Fed debe comenzar a «normalizar» la situación aumentando las tasas de interés a corto plazo.
Pero los mercados no suelen premiar la ilusión de los reguladores o la charlatanería de los profesores. Los mercados tienen sus propias ideas.
Por Bill Bonner Ver texto original, en inglés