¿Huir del Estado sin abandonar tu país?

Gracias a ciertos avances tecnológicos, cada vez resultará más fácil huir de las garras del Estado. En esta entrevista, Emilio defiende su tesis de que una sociedad no requiere necesariamente un espacio geográfico (ver texto más abajo).

Contenido: 00:58 Itinerario intelectual de Emilio 08:11 El éxodo de la población productiva 14:03 Saqueadores disfrazados 17:46 Criptomonedas: emparejando el campo de juego 21:54 Tecnología en manos del Estado: ¿amenaza eterna? 27:50 ¿Maldad o error? 30:16 Desarrollo y adopción de nuevas tecnologías 36:47 Ideología versus incentivos 40:36 La transición hacia la libertad


Por leph7

Las interacciones humanas se dan en su inmensa mayoría en un plano físico, intercambiando alimento, cargamentos de materiales de construcción, agua potable, medicamentos, indumentaria, provisión de energía, conocimiento, entretenimiento, herramientas, atención de la salud, servicios de defensa, piezas artísticas, dinero, etc. etc. Tales intercambios requieren previamente producción de bienes y servicios, todo lo cual se realiza en un entorno físico suficientemente cercano como para que resulte viable su traslado. Tanta dependencia del espacio implica una debilidad: la susceptibilidad al ataque por parte de agresores tanto esporádicos como cotidianos. Quien quiera producir o intercambiar bienes y servicios se encuentra expuesto a tales ataques, habitualmente en forma de impuestos y regulaciones no consensuales, y con menor frecuencia en forma de robos de individuos u otras organizaciones de agresores.

Una primera opción de defensa sería la directa, en la misma dimensión física. Sea en la forma de defensa armada o de soborno a los encargados de ejecutar el ataque, esta opción tiene dos importantes desventajas. Por un lado, el costo de la protección o del pago, que siguen constituyendo una pérdida aún si ésta es menor a la que resultaría del atraco original. Por otro lado, el riesgo de daños a la salud (eventualmente a la vida) y a las (otras) propiedades. Un enfrentamiento físico es potencialmente caro y peligroso.

Pero el avance tecnológico comienza a brindar una opción antes inexistente, mediante un cambio radical: la constitución de interacciones humanas independientes del plano físico. En definitiva, la interacción humana es la interacción entre voluntades, entidades abstractas. No requiere necesariamente la presencia física de cuerpos biológicos, y su entorno no requiere necesariamente una edificación de hormigón, ni una superficie determinada del planeta. Basta que una mente-voluntad modifique alguna variable de la realidad en un modo perceptible por otra mente-voluntad.

Hoy existen servicios que pueden brindarse a través de redes informáticas de modo independiente de un correlato físico. Aún cuando las redes de telecomunicaciones requieren una infraestructura material que les dé soporte, la provisión del servicio mismo no se basa en ella y hasta puede estar cifrada de modo tal que sea imperceptible su naturaleza. Se ha tornado técnicamente posible el intercambio entre personas pacíficas sin que terceros impongan interferencia bajo amenaza de daño a las partes.

Esto podría ser comparable al descubrimiento de la tercera dimensión en una sociedad bidimensional en la que una barrera lineal se utiliza para impedir el acceso a un lugar determinado. El descubridor de la tercera dimensión no necesita utilizar la fuerza para destruir la barrera y arriesgarse a salir herido en la contienda: puede simplemente traspasarla por un plano paralelo y regresar al deseado en la coordenada elegida. El refuerzo de la barrera bidimensional solo servirá para poner de manifiesto la impotencia del antiguo régimen bajo este nuevo paradigma.

Hoy es posible producir e intercambiar capacitación, software, entretenimiento, consultas médicas, diseño gráfico, asesoría legal, recorridos virtuales por museos, y un número creciente de servicios basados en la mente a través de Internet, que no es otra cosa que un espacio virtual de comunicación-conversación-expresión. En Internet interactúan voluntades no necesariamente atadas a un espacio geográfico, de un modo que rescata el sentido abstracto y esencial de una sociedad.

Con la invención de las criptomonedas se incorporó otra entidad que puede intercambiarse: el medio mismo de intercambio. Así se agrega a esta sociedad en desarrollo la invención que permitió a la especie humana un salto de prosperidad precisamente por hacer más eficiente la cooperación entre pares. Esto ya permite conformar ciclos económicos completos de producción e intercambio de forma incluso enteramente virtual, además de formas mixtas entre ambos planos.

El avance, si bien novedoso y beneficioso, es aún parcial. Los recursos más importantes para una sociedad continúan siendo de producción y distribución física: alimento, energía, atención de la salud e insumos médicos, provisión de materiales y producción industrial en general. Se necesitará perfeccionar la impresión 3D, el indoor farming, la tecnología de energía solar y muchas otras. Todavía la sociedad voluntaria debe importar gran parte de sus recursos desde otras del plano físico, que como contrapartida de su abundante producción sufren el flagelo de organizaciones bien establecidas dedicadas al pillaje cotidiano.

Sería mejor contar con espacios geográficos en los cuales una sociedad basada en acuerdos voluntarios pudiera funcionar con mayor libertad y eficiencia. Ciudades privadas y seasteads tal vez logren ese objetivo en el futuro. Pero mientras las mentes que buscan la libertad propia y respetan la ajena vivan diluidas entre aquéllas que creen en la coacción, la sociedad voluntaria no se encontrará en el plano físico sino en la abstracción conformada por la red de interacciones peer to peer.