Por Paul Rosenberg
Nada es más fácil que seguir a la multitud. Lo que hace que el mundo sea mejor, sin embargo, es vivir de acuerdo con lo que es correcto. Tomar decisiones impopulares –desarrollar y usar criptomonedas, educar en el hogar a nuestros hijos, ignorar las regulaciones estúpidas, buscar terapias no necesariamente aprobadas por las autoridades, cambiar de religión donde está prohibido hacerlo, explorar caminos que incomodan a los poderes de turno– requiere fuerza de carácter y lealtad a principios básicos.
Independientemente de las inevitables tonterías y los errores ocasionales que cometamos, nuestra forma de vida claramente merece ganar.
«Si quieres cambiar algo», dijo Buckminster Fuller, «construye un nuevo modelo y deja que el viejo se vuelva obsoleto». Y hemos estado construyendo un nuevo modelo, aunque a veces no nos demos cuenta de ello.
A partir de un nuevo modelo es precisamente cómo surgió la computadora personal y cómo surgió Internet. Si bien las computadoras e Internet han sido en gran medida recapturadas por el status quo, el modelo se mantiene y es este mismo modelo el que ha facilitado la emergencia del cifrado y, más recientemente, de Bitcoin, tecnologías que son mucho más difíciles de conquistar.
Además, la criptósfera está creciendo vertiginosamente. Cuando comencé a interesarme en estas cosas en la década de 1990, éramos muy pocos y estábamos muy dispersos y aislados. Ahora me topo con promotores de criptomonedas en las tiendas de comestibles.
Asimismo, hay docenas de proveedores de VPN en estos días. Cuando empezamos con Cryptohippie, pocas personas fuera de los círculos técnicos tenían alguna idea de lo que estábamos vendiendo.
Además, hay decenas de miles de personas que trabajan para desarrollar, mejorar y difundir las criptomonedas todos los días, a menudo a expensas de sus propios recursos y enfrentando una considerable incertidumbre. Porque creen en lo que hacen. Porque creen que están construyendo un mundo mejor.
La educación en el hogar es otro buen ejemplo. Cuando empecé a involucrarme, algunos padres habían sido arrestados por educar a sus hijos en el hogar en los Estados Unidos. Tuvimos que ocuparnos de construir y financiar un fondo de defensa legal. Ahora hay millones de niños educados en el hogar solo en los Estados Unidos, y es ampliamente reconocido que la educación en el hogar produce excelentes resultados.
Ganaremos haciendo cosas como estas. Poco a poco, paso a paso, sembrando semilla tras semilla, nos estamos moviendo hacia nuestra meta, a menudo más rápido de lo que somos capaces de apreciar.
Una vez que todo eso represente una cantidad suficiente de nuestras actividades, el cambio será casi imparable y el sistema que hemos heredado comenzará a ver reducido su área de influencia. Cabe esperar gritos, amenazas e incluso grandes despliegues de fuerza bruta por parte del sistema obsoleto, pero con el tiempo este irá renunciando a sus funciones hasta desarticularse totalmente.
Esto no quiere decir que nuestros nuevos sistemas vayan a ser inmaculados, pero serán mucho mejores que las reliquias de la Edad de Bronce que actualmente dominan a la humanidad.
Y si no…
Y si, por alguna razón, no damos continuidad a lo que hemos comenzado, aún así nuestra nueva civilización lleva las de ganar. Por un lado, porque la evolución humana continúa. Somos notablemente mejores que hace unos pocos miles de años –cualitativamente mejores–, y seremos aún mejores en el futuro.
Por otro lado, el próximo ciclo terminará el trabajo de todas maneras. Las civilizaciones siempre han pasado por ciclos, y casi con seguridad siempre lo harán, hasta que las jerarquías respaldadas por la violencia lleguen a su fin. Cuando llegue el próximo ciclo, lo hará en un entorno tecnológicamente rico. Porque la tecnología no tiene ciclos; más bien tiende a acumularse y acrecentarse.
Entonces, una vez que las jerarquías actuales se disuelvan y desaparezcan durante unos pocos cientos de años, la tecnología será por fin libre de lucirse. Tendremos la libertad de reorganizarnos de formas innovadoras. Las cosas no serán reconstruidas según el modelo anterior. Así es como funciona la historia.
Pero aunque es bueno saber que la locura pasará de una manera u otra, creo que a todos nos gustaría que sea más temprano que tarde. Por nuestro propio bien y, ciertamente, por el de nuestra descendencia, cuantos antes ocurra mejor. Debemos entonces creer en lo que estamos haciendo y hacerlo con vigor.
«El espíritu del mundo presente», dice la Biblia, «se está disipando». Hagamos todo lo que esté en nuestras manos para adelantar su completa desaparición.