Fuente: nakamotoinstitute.org
Por Daniel Krawisz – Traducido al español por majamalu
Una preocupación muy común y comprensible con respecto a Bitcoin es que podría llegar a corromperse a nivel del protocolo para servir a ciertos intereses puntuales en vez de a «las masas». Por ejemplo, hay algunos cambios que, en caso de ser ampliamente adoptados, podrían hacer más difícil el anonimato para los usuarios de Bitcoin, o podrían convertir a Bitcoin en un sistema centralizado. Ante esta preocupación, lo que hay que preguntarse es quién puede influir en el desarrollo de las actualizaciones del software y quién puede bloquearlas. Cualquiera puede hacer un fork de Bitcoin [N. del T: Un “fork” es un proyecto de software que parte de una copia de otro proyecto para desarrollarse independientemente del original], pero supongamos que hubiera una actualización propuesta por algunas personas muy influyentes –los desarrolladores principales o core developers— y supongamos que esta actualización marcara el origen de un fork con un cambio radical y muy controvertido. Los core developers dicen que es una buena idea, pero tal vez han sido comprados por la NSA. La pregunta que responderé aquí es si es posible –y cómo– impedir que dicha actualización se vuelva estándar. ¿Quién controla Bitcoin?
Nuevo y clásico
Vamos a suponer que hay un fuerte desacuerdo respecto de si la actualización es una buena idea. Por lo tanto, una vez que se libera la actualización la red se divide. Todo el mundo puede elegir qué fork va a seguir, o incluso usar ambas versiones al mismo tiempo. Ahora tenemos efectivamente dos Bitcoins. Los llamaré Bitcoin Nuevo y Bitcoin Clásico. Cada uno tiene su propia red, y cualquier persona que poseía bitcoins antes de la división tiene ahora la misma cantidad de bitcoins nuevos y clásicos.
¿Quién puede impedir que «Bitcoin Nuevo» tome el control? Algunos sostienen que las personas que mantienen nodos completos pueden detener una actualización al negarse a actualizar el software. Bueno, es cierto que si literalmente nadie actualizara el software entonces Bitcoin Nuevo fallaría. Sin embargo, también es cierto que el efecto sobre la red de la inmensa mayoría de los nodos es despreciable. Incluso los nodos completos (esto es, los nodos que almacenan y validan toda la cadena de bloques) no contribuyen gran cosa. Un nodo completo no hace nada que un montón de otros nodos no puedan hacer, y con el fin de permanecer sincronizado con la red, el nodo completo demanda tantos datos como los que proporciona. La red puede funcionar muy bien con sólo unos pocos nodos completos. Por lo tanto, Bitcoin Nuevo no sería frenado de esta manera, incluso si una gran cantidad de nodos completos se negaran a actualizar el software.
Los nodos que realmente importan son los que proporcionan servicios valiosos. No importa si tú actualizas el software. Lo que importa es si Coinbase, BitStamp y Blockchain.info actualizan. Estos nodos proporcionan buena parte de la infraestructura de Bitcoin, por lo que si no actualizan, Bitcoin Nuevo será mucho menos útil. Sin embargo, estos nodos están funcionando con fines de lucro, por lo que tienden a ir a donde está el dinero. No necesariamente pueden darse el lujo de ejercer la influencia que podrían tener, restringidos como están por la aversión al riesgo de sufrir pérdidas en el corto plazo. Así que no tienen un efecto tan grande en el resultado como podría parecer a primera vista.
¿Y qué hay de los mineros? Si se negaran a minar en la nueva cadena, paralizarían a Bitcoin Nuevo, ¿verdad? ¡Pues no! Los mineros también persiguen el lucro, y si Bitcoin Clásico no lograra reunir el poder de cómputo de Bitcoin Nuevo, ellos destinarían más recursos a la minería en Bitcoin Nuevo. Así pues, los mineros tampoco tienen mucho peso en el asunto.
Todo se reduce al valor de las dos monedas. Si Bitcoin Nuevo se vuelve más valioso que Bitcoin Clásico, los mineros van a minarlo y los servicios van a montarse sobre él. De lo contrario, no lo harán. Los inversores resolverán la cuestión. Un inversor puede vender sus bitcoins nuevos por bitcoins clásicos, o viceversa, dependiendo de qué piensa que es mejor idea.
En el caso de los proveedores de servicios y los mineros, el problema que los hace menos influyentes de lo que en general se cree es que no necesariamente tienen los fondos para asumir el riesgo de decidir por sí mismos cuál es la versión que conviene promover. En resumen, el problema es que ellos no son necesariamente inversores, quienes por definición sí tienen los fondos. Los inversores no tienen que escuchar a nadie más, ya que pueden darse el lujo de correr el riesgo de hacer valer su influencia. Por lo tanto, son los inversores los que controlan a Bitcoin.
Fluir cuesta arriba
Es evidente que hay problemas técnicos que no he mencionado relacionados con la creación de un fork de Bitcoin. Por ejemplo, un fork de Bitcoin podría quedar inutilizado debido a que su poder de cómputo sería inicialmente tan bajo que los bloques podrían tardar días o semanas en confirmarse. Dado que nunca ha habido una batalla entre dos forks, hay muchas incógnitas en cuanto a cómo hacer las cosas bien, pero varios problemas técnicos –como el recién mencionado–, podrían llegar a resolverse.
El verdadero problema no es la eventual implementación de un fork de Bitcoin, sino la propia comprensión de los eventos que se sucederían en una situación así. Las situaciones hipotéticas afectan a la realidad de hoy. Cuando dos ejércitos se encuentran, si fuera posible determinar quién va a ganar sin llegar a luchar, entonces la batalla habría terminado antes de empezar. Esta es una situación similar. Si se sabe que una actualización de Bitcoin es impopular entre los inversores, quienes la proponen –sabiendo quién ganaría la batalla de los forks– tenderán a dar marcha atrás antes de causar mucho daño. De este modo, los inversores tienen el control incluso en el caso de actualizaciones que nunca llegan al punto de generar grandes conflictos.
¿Cuáles son las implicancias de esta conclusión? Lo que motiva a los inversores es el valor de la moneda. La regla general de las actualizaciones de Bitcoin, entonces, puede formularse de la siguiente manera: las actualizaciones que aumenten el valor de Bitcoin serán adoptadas y las que no lo hagan serán rechazadas. Por lo tanto, es improbable que Bitcoin sea actualizado para facilitar su regulación estatal, porque eso disminuiría el valor de las monedas. Bitcoin podría ser actualizado para facilitar el anonimato de los usuarios, dado que una moneda más fácil de usar anónimamente es probable que sea más valiosa. Una actualización que permita aumentar el tamaño de los bloques también es probable que sea adoptada, porque el actual límite de 1 MB eventualmente limitará el valor de Bitcoin como una forma de dinero. Cualquier corrección de un error obvio será rápidamente adoptada, mientras que aquellos planes disparatados que no juegan claramente a favor del valor de Bitcoin –como la minería en base a «prueba de participación» o el cambio de la recompensa por bloque que fija el protocolo– no tienen ninguna posibilidad real de ser adoptados y por lo tanto no valen la pena.
Esto no quiere decir que Bitcoin es una sustancia divina y esencialmente incorruptible. Sólo significa que las actualizaciones de Bitcoin deben suponer una clara ventaja para Bitcoin como inversión, o de lo contrario se enfrentan a una batalla cuesta arriba. Cualquier plan para reprogramar a Bitcoin según la preferencia de grupos de interés puntuales casi seguro reduciría su valor, porque Bitcoin pasaría de ser algo bueno para el mundo a ser algo bueno para un grupo más pequeño. Por supuesto, hay que prestar atención para evitar algo así, pero no es necesario caer en un estado de locura hipervigilante.