Vía Bitcointalk
Traducido al español por majamalu para elBitcoin.org
Estos últimos cuatro años han estado llenos de acontecimientos para Bitcoin y para mí.
Para aquellos que no me conocen, soy Hal Finney. Me inicié en la criptografía trabajando en la primera versión de PGP, en estrecha colaboración con Phil Zimmermann. Cuando Phil decidió fundar PGP Corporation, yo fui uno de los primeros en ser contratados. Al mismo tiempo, me involucré con los cypherpunks. Lideré, entre otros proyectos, el primer remailer anónimo basado en criptografía.
Fast forward hasta finales de 2008 y el anuncio del proyecto Bitcoin. He notado que los criptógrafos que peinan canas tienden a volverse cínicos. Yo, a pesar de que para entonces ya había superado los 50 años, seguía siendo, además de un amante de la criptografía – de sus misterios y sus paradojas – , un idealista.
Cuando Satoshi presentó su proyecto en la lista de correo cypherpunk, obtuvo una respuesta más bien fría – escéptica en el mejor de los casos. Los criptógrafos han visto a demasiados novatos con grandes planes que resultan ser, en realidad, totalmente absurdos, de modo que suelen reaccionar instintivamente.
Yo era más positivo. Había estado interesado durante muchos años en los sistemas de pago criptográficos. Además, tuve la suerte de conocer y mantener amplia correspondencia tanto con Wei Dai como con Nick Szabo, ambos reconocidos por haber ideado los esquemas que luego se pondrían en práctica con Bitcoin. Yo mismo había intentado crear una moneda basada en pruebas de trabajo, llamada RPOW. Así que Bitcoin me pareció algo fascinante.
Cuando Satoshi anunció el lanzamiento de la primera versión del software, lo descargué de inmediato. Creo que fui la primera persona, después de Satoshi, en ejecutar el cliente Bitcoin. Mi ordenador encontró el bloque setenta y algo, y fui el primer destinatario de una transacción mediante Bitcoin, cuando Satoshi me envió diez “monedas” a modo de prueba. Durante los siguientes días mantuvimos una larga conversación vía email, en la cual le reporté varios fallos que él se apuró a corregir.
Hoy en día, la verdadera identidad de Satoshi se ha convertido en un misterio. Pero en ese momento yo pensaba que estaba tratando con un joven de ascendencia japonesa que era extraordinariamente inteligente y sincero. He tenido la suerte de conocer a muchas personas brillantes a lo largo de mi vida, así que soy capaz de reconocer los signos.
Después de unos días, el cliente Bitcoin ya funcionaba sin problemas, así que lo dejé correr [N de la R: en aquél entonces, el “cliente Satoshi” incluía un botón para minar bitcoins]. Eran los días en que la dificultad era de 1, y se podían encontrar bloques fácilmente con una CPU. Miné varios bloques en el transcurso de unos pocos días, pero finalmente decidí apagarlo, porque hacía recalentar mi ordenador y el ruido constante del ventilador me molestaba. En retrospectiva, me gustaría haberlo mantenido encendido más tiempo, pero por otro lado me considero increiblemente afortunado por haber estado allí desde el principio.
No volví a saber de Bitcoin hasta finales de 2010, cuando me sorprendí al descubrir que no sólo seguía en marcha, si no que los bitcoins habían pasado a tener valor monetario. Le sacudí el polvo a mi vieja cartera, y me sentí aliviado al comprobar que mis bitcoins seguían allí. Al ver que la cotización aumentaba, decidí guardar esas monedas en una cartera offline, donde con suerte van a preservar su valor para mis herederos.
Hablando de herederos, tuve una sorpresa en 2009: de pronto me diagnosticaron una enfermedad mortal. A principios de ese año yo me encontraba en excelente forma; había perdido mucho peso y me había entusiasmado con las carreras de larga distancia. De hecho, estaba empezando a entrenar para correr un maratón completo, y justo cuando pensé que ya estaba listo para competir, todo salió mal.
Mi cuerpo empezó a fallar. Empecé a hablar con gran dificultad, y a perder fuerza en mis manos y en mis piernas. En agosto de 2009 me diagnosticaron Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), también llamada enfermedad de Lou Gehrig, por el famoso jugador de béisbol que la padeció.
La ELA es una enfermedad que ataca las motoneuronas, que son las neuronas que conducen las señales desde el cerebro hacia los músculos. Inicialmente se manifiesta como debilidad, la cual progresa gradualmente hacia la parálisis. Por lo general, es mortal en 2 a 5 años. Al principio, mis síntomas eran leves y podía seguir trabajando, pero debido a la fatiga y a que se me hacía casi imposible hablar, me vi obligado a retirarme a principios de 2011. Desde entonces, la enfermedad ha continuado su inexorable progresión.
Hoy me encuentro casi totalmente paralizado. Me alimento por medio de una sonda, y mi respiración es asistida a través de un tubo. Uso la computadora gracias a un sistema de rastreo ocular que además cuenta con un sintetizador de voz. Por lo tanto, esta es mi voz. Paso todo el día en mi silla de ruedas eléctrica, y gracias a una interfaz que he desarrollado utilizando una placa Arduino, puedo ajustar la posición de mi silla de ruedas con sólo mover mis ojos.
Ha sido un gran cambio, pero mi vida no está tan mal. Todavía puedo leer, escuchar música y ver televisión y películas. Recientemente descubrí que incluso puedo programar. Lo hago muy lentamente, unas 50 veces más lento de lo que solía hacelo. Pero sigo siendo un amante de la programación y, además, esta actividad me ayuda a plantearme nuevas metas.
Actualmente estoy trabajando en algo que me sugirió Mike Hearn: utilizar las funciones de seguridad de los procesadores modernos, diseñados para soportar «Trusted Computing», para robustecer las carteras Bitcoin. El producto ya está casi listo para su lanzamiento.
Por supuesto, las oscilaciones del precio del bitcoin me resultan entretenidas. Al fin y al cabo, tengo ahorros en juego, aunque a decir verdad los bitcoins que he acumulado se los debo a la suerte más que al mérito.
Esa es mi historia. Me considero afortunado: a pesar de la ELA, mi vida es muy satisfactoria. Pero mi expectativa de vida es limitada. Esas discusiones que he leído en el foro acerca de los mecanismos para dejar bitcoins como herencia tienen para mí un interés más que académico. Mi hijo y mi hija son diestros con la tecnología, y ahora tienen toda la información que necesitan para resguardar sus bitcoins. Me siento muy bien con mi legado.
Hal Finney
En un mundo en el que los honores se otorgan tan a menudo por las razones equivocadas, vaya este homenaje a Hal Finney, criptógrafo, idealista, pionero de Bitcoin y héroe de la libertad.
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