Contra las «Bitlicencias»

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Por Jeffrey Beall


Fuente:
BLOGDIAL

Traducido al español por majamalu


Por Irdial


Que la legislación toque a Bitcoin significaría que cualquier software de cualquier tipo pasaría de repente a ser objeto de posibles restricciones arbitrarias e ilegítimas. Sentaría un precedente sumamente perjudicial para el desarrollo de software en general en los EE.UU. Twitter, por ejemplo, podría verse sujeto a regulaciones – al fin y al cabo, Twitter transmite mensajes cuya naturaleza no es diferente a los mensajes que transmite Bitcoin.

Gracias a la ventaja del pionero (first mover), el país que se comprometa a NO promulgar leyes específicas para lidiar con Bitcoin se convertirá en el punto inicial y final de todas las transacciones Bitcoin a nivel mundial. Todas las demás jurisdicciones verán a los bitcoins pasar a través de ellas, libres de impuestos, y no habrá nada que puedan hacer al respecto, ya que Bitcoin es una red de pares inexpugnable.

Ninguna legislatura será capaz de mantenerse al día con el ritmo al que avanza el software; hay demasiados desarrolladores, todos con igualdad de acceso al mercado, demasiadas herramientas sueltas, todas libremente disponibles en todo el mundo. Lo mejor a lo que el Estado puede aspirar es a cobrar impuestos a las empresas que utilizan las nuevas herramientas que van surgiendo, y alentar a los empresarios a establecerse en su jurisdicción. Si Estados Unidos quiere alejar a los desarrolladores centrados en Bitcoin, a los sitios de intercambio y a las nuevas empresas, problema de Estados Unidos; hay un montón de otros lugares en el mundo con gobiernos que no son tan retrógrados. Skype fue fundado en Estonia en lugar de en Silicon Valley, y no por casualidad. Todos los grandes sitios de intercambio de Bitcoin están fuera de los EE.UU., y hay una razón para eso. Ninguno de los creadores de negocios en torno a Bitcoin está planeando mudarse a Nueva York, porque saben que serán inmediatamente atacados.

Aquellos de ustedes que temen a un mercado libre en el mundo Bitcoin, ¡tranquilos!: todas las leyes que existen en la actualidad relativas al fraude, el robo y todo lo demás continúan aplicándose a todas las personas y empresas que utilizan Bitcoin. Bitcoin no pone en tela de juicio las leyes ni las responsabilidades individuales o corporativas. Cuando tratas con una empresa, las leyes vigentes no quedan invalidadas, y eventualmente podrás recurrir a ellas. Cuando alguien promete venderte bienes a cambio de bitcoins, esa promesa no se anula porque pagas con bitcoins. Las buenas empresas construirán sistemas de prevención y resolución de disputas como los que hoy emplean eBay y Amazon, de tal forma que nunca tengas que ir a una corte para obtener justicia si hay un problema. En línea, la reputación lo es todo, y la mala reputación puede destruir la credibilidad de un empresario – y toda su cartera de clientes – de la noche a la mañana. Este es un incentivo mucho más poderoso para hacer lo correcto que una arbitraria «Bitlicencia».

Todas las «Bitlicencias» del mundo no habrían prevenido los problemas que Mt.Gox tuvo con su software, y ninguna ley puede traer de vuelta el dinero que se ha perdido. Una vez más, son los empresarios, potenciados ​​por internet y disciplinados por el mercado, quienes hacen la vida más fácil y mejor, no las leyes y regulaciones.

¿Y qué dicen los que quieren imponer «Bitlicencias»? ¿Que no confían en sí mismos? Eso sería claramente absurdo. ¿Que no confían en sus competidores? Si resulta que sus competidores no son confiables, entonces los empresarios honestos tendrán una ventaja en el mercado, y recuerda: las licencias no protegen al público contra el fraude, ni proporcionan garantías de ningún tipo; todo lo que hacen es distorsionar el mercado.

Lo que estos defensores de las «Bitlicencias» realmente quieren es un privilegio, una ventaja garantizada por la fuerza. Quieren evitar que otros empresarios compitan con ellos; quieren frenar y obstaculizar la innovación, y así dominar un mercado cerrado, intervenido, anquilosado… No van a poder.

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