Shelling out – Los orígenes del dinero (IX)

Shelling out – Los orígenes del dinero IX (Ver parte VIII)

Nuevas teorías sobre los orígenes y la naturaleza del dinero

Fuente: Nick Szabo’s papersTraducido al español por moraluniversal.com

guerreros

Botines de guerra

Los índices de mortalidad por violencia en grupos de chimpancés o de cazadores recolectores son mucho más altos que en las civilizaciones modernas. Esto probablemente se remonta al menos a los tiempos de nuestro ancestro común con los chimpancés –y las tropas de chimpancés, también, luchan constantemente–. La guerra incluía, entre otras cosas, el asesinato, la mutilación, la tortura, el secuestro, la violación, y la extorsión del pago de tributos a cambio de evitar tales destinos. Cuando dos tribus vecinas no estaban en guerra, una de ellas estaba normalmente pagando a la otra. El tributo podía también servir para establecer alianzas, con lo que se lograban economías de escala en la guerra. Esto solía ser una forma de explotación más lucrativa para el vencedor que la continuación de la violencia hacia el vencido.

La victoria en guerra a veces venía seguida inmediatamente por el pago de los perdedores. A menudo esto tomaba la forma de pillaje por parte de unos vencedores enardecidos, mientras los perdedores desesperadamente ocultaban sus artículos de colección. Más frecuentemente, el tributo era exigido de manera regular. En este caso, el problema de la triple coincidencia podía ser resuelto, y a veces era resuelto, por un complicado programa de pagos en especie que igualaba la capacidad de la tribu perdedora de suministrar un bien o servicio con la demanda del mismo por parte del vencedor. Sin embargo, incluso existiendo esta solución, el dinero primitivo proporcionaba una vía mejor: un medio común de valor que simplificaba enormemente los términos de pago –algo muy importante en una época en que los términos de un tratado no podían ser registrados, sino que tenían que ser memorizados–. En algunos casos, como pasaba con el wampum usado en la Confederación Iroquesa, los artículos de colección hacían las veces de instrumento mnemónico primitivo que, si bien no literalmente, podía ser usado como ayuda para recordar los términos de un tratado. Para los vencedores, los artículos de colección proporcionaban una forma de recaudar impuestos más cercana al óptimo de Laffer. Para los perdedores, los artículos de colección podían ser enterrados en alijos, de forma que los vencedores creyeran que tenían menos riquezas y les exigieran menos. Los alijos de artículos de colección también proporcionaban seguros contra recaudadores de impuestos demasiado activos. Gran parte de la riqueza de las sociedades primitivas escapó a la atención de misioneros y antropólogos debido a su naturaleza secreta; sólo la arqueología puede revelar la existencia de esta riqueza escondida. Estas estrategias de encubrimiento de la riqueza presentaban un problema que los recaudadores de entonces comparten con los de hoy: cómo estimar la cantidad de riqueza que pueden extraer.

Jarawas

La medida del valor es un problema espinoso en muchos tipos de transacciones, pero nunca es mayor que en la obtención antagonista de impuestos o tributos. Al hacer estos compromisos tan difíciles y poco intuitivos, y luego ejecutarlos en una serie de consultas, auditorías y acciones de recaudación, los recaudadores optimizaban sus ingresos, incluso si los resultados parecían un derroche para quienes pagaban. Imaginemos una tribu que recauda tributos de varias tribus vecinas a las que previamente ha derrotado en guerra; debe estimar cuánto puede extraer de cada tribu. Si hace malas estimaciones dejaría la riqueza de algunas tribus infravalorada, mientras que forzaría a otras a pagar tributos en base a una riqueza que no poseen. El resultado sería que las tribus perjudicadas tenderían a contraerse; y las tribus que se benefician pagarían menos tributos de los que podrían ser extraídos. En ambos casos se generarían menos ganancias para los vencedores de las que podrían haber obtenido con una mejor normativa.

Esto es una aplicación de la curva de Laffer a las fortunas de tribus específicas. Según esta curva – aplicada al impuesto de la renta por el brillante economista Arthur Laffer– al incrementarse el tipo impositivo se incrementan las ganancias del gobierno, pero a un ritmo progresivamente más lento que el tipo impositivo –debido a la mayor evasión y, principalmente, el desincentivo para participar en la actividad tributaria–. Para un determinado valor del tipo impositivo, debido a estas razones, las ganancias se estabilizan. Una subida de los impuestos por encima de este valor óptimo de Laffer resultaría en ganancias menores, que no mayores, para el gobierno. Irónicamente, la curva de Laffer fue usada por los partidarios de bajar los impuestos, incluso si esta es una teoría de recaudación óptima para las ganancias del gobierno, no para el sistema de seguridad social o la satisfacción de las preferencias individuales.

A una mayor escala, la curva de Laffer puede que sea la ley económica más importante de la historia política. Charles Adams la usa para explicar el auge y la caída de los imperios. Los gobiernos más exitosos han estado guiados implícitamente por sus propios incentivos –tanto su deseo a corto plazo de ganancias como su éxito a largo plazo sobre otros gobiernos– para optimizar sus ganancias de acuerdo con la curva de Laffer. Los gobiernos que sobrecargaron a sus pagadores, como la Unión Soviética y el Bajo Imperio Romano, terminaron en el basurero de la historia; mientras que los gobiernos que recaudaron por debajo de la cantidad óptima fueron a menudo conquistados por gobiernos vecinos mejor financiados. Los gobiernos democráticos pueden mantener altos ingresos de impuestos usando medios más pacíficos que la conquista de países con baja financiación. Estos son los primeros estados de la historia con ingresos de impuestos tan altos en relación a amenazas externas, que se dan el lujo de gastar la mayor parte del dinero en áreas no militares. Sus políticas fiscales han funcionado más cerca del valor óptimo de Laffer que las de la mayor parte de los gobiernos anteriores. (También puede que este lujo sea un efecto de la eficacia de las armas nucleares para disuadir a los atacantes, en lugar de los mayores incentivos para optimizar la recaudación de impuestos en democracia.) Cuando aplicamos la curva de Laffer al examen del impacto relativo de las condiciones tributarias en varias tribus, concluimos que el deseo de optimizar las ganancias hace que los vencedores quieran medir los ingresos y las riquezas de los vencidos de manera precisa. La medida del valor es crucial para determinar los incentivos que los que pagan impuestos tienen para evadirse escondiendo riqueza, luchando o huyendo. Por su parte, los que pagan impuestos pueden burlar, y burlan, estas medidas de varias maneras: por ejemplo, enterrando los artículos en alijos. La recaudación de tributos implica un juego de medidas con incentivos no alineados.

Con los artículos de colección, uno puede exigir tributo en momentos óptimamente estratégicos, en lugar de sólo cuando los suministros pueden ser entregados por el vencido o necesitados por el vencedor. Los vencedores pueden entonces elegir cuándo van a consumir la riqueza en el futuro, en lugar de tener que consumirla en el momento en que es extraída. Mucho más adelante, en el 700 a.C., bien entrados en los albores de la historia, aunque el comercio estaba bien extendido el dinero seguía tomando la forma de artículos de colección; estaba hecho de metales preciosos pero, en sus características básicas –como la falta de valor uniforme– era similar a la mayor parte del protodinero usado desde la aparición del homo sapiens sapiens. Esta tendencia cambió con una cultura de habla griega en Anatolia (moderna Turquía): los lidios. Específicamente, los reyes de Lidia fueron los primeros acuñadores de moneda según los registros históricos y arqueológicos.

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Desde aquel día hasta el presente han sido los gobiernos y sus monopolios autoproclamados, en lugar de las casas privadas de acuñación, los principales emisores de moneda. ¿Por qué no estuvo la acuñación dominada por intereses privados –como los banqueros– que sí existían entonces en estas economías de semi-mercado? La explicación principal de esta dominación de los gobiernos ha sido que sólo estos pueden aplicar medidas contra la falsificación. Sin embargo, los gobiernos también podrían haber aplicado dichas medidas para proteger a casas privadas de acuñación en competencia mutua, como hacen hoy día –y en aquella época también– al proteger marcas.

Era muchísimo más fácil estimar el valor de una moneda que el de un artículo de colección –especialmente a valores bajos de transacción–. Podían hacerse muchos más intercambios con dinero en lugar de con el trueque; en efecto, muchos tipos de intercambio de bajo valor se hicieron posibles por primera vez cuando las pequeñas ganancias resultantes del comercio superaron los costes de transacción. Los artículos de colección eran dinero de baja velocidad: se daba un pequeño número de transacciones de alto valor. Las monedas, en cambio, eran dinero de alta velocidad: facilitaban un gran número de intercambios de bajo valor.

Dado lo que hemos visto acerca de los beneficios del protodinero para los recaudadores de tributo e impuestos, además de la naturaleza crucial del problema de la medida del valor para la extracción óptima de dichos pagos, no es sorprendente que los recaudadores –en particular los reyes de Lidia– fueran los primeros acuñadores de moneda. El rey, al derivar sus ingresos de los impuestos, tenía un fuerte incentivo para medir con mayor precisión el valor de la riqueza que sus súbditos poseían e intercambiaban. El hecho de que el mismo intercambio también se beneficiara de mediciones más baratas por quienes usaban el medio de intercambio –creando algo más cercano a un mercado eficiente, y permitiendo a los individuos entrar en negocios a gran escala por primera vez– era para el rey no más que un efecto secundario fortuito. La mayor riqueza que fluía por los mercados, ahora disponible para ser gravada, aumentó los ingresos del rey por encima incluso del efecto Laffer.

Esta combinación de una recaudación más eficiente con mercados más eficientes supuso un enorme incremento en las ganancias por impuestos. Estos recaudadores, casi literalmente, se toparon con una mina de oro; de ahí que la riqueza de los reyes lidios Midas, Creso y Giges siga siendo famosa a día de hoy. Algunos siglos más tarde, el rey griego Alejandro Magno conquistó Egipto, Persia y gran parte de la India financiando su espectacular conquista mediante el saqueo de templos egipcios y persas –llenos de ensamblajes de artículos de colección de baja velocidad– y el posterior fundido de estos artículos para la producción de monedas de alta velocidad. Así, Alejandro sembró las semillas de unas economías de mercado más eficientes y globales, con la consiguiente mejora en términos de recaudación.

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Los pagos de tributos no formaron un bucle cerrado de artículos de colección por sí mismos. Estos eran valiosos sólo si los vencedores podían usarlos para otra cosa, como el matrimonio, el comercio, o como garantía. Sin embargo, los vencedores podían coaccionar a los vencidos para que se dedicaran a la manufactura relacionada con los artículos de colección, incluso si esto no servía los propósitos voluntarios de los vencidos.

Disputas y compensaciones

Los antiguos cazadores recolectores no tenían nuestros sistemas modernos de responsabilidad civil o leyes, pero sí tenían un medio análogo de resolver disputas –a menudo bajo el juicio de un clan o líderes tribales, o el voto– que cubría lo que la ley moderna llama crímenes y agravios. La resolución mediante castigos o sanciones a los clanes de las partes en disputa sustituyó a los ciclos típicos de venganza o vendetta. La mayor parte de las culturas premodernas, desde los iroqueses en América a los pueblos germánicos precristianos, decidieron que el pago era mejor que el castigo. Los precios (por ejemplo el “weregeld” germánico y el “dinero de sangre” iroqués) eran asignados a todos los delitos procesables, desde el hurto hasta la violación y el asesinato. Donde había dinero, el pago tomaba la forma de dinero. El ganado era usado en las culturas ganaderas; de resto era el pago en artículos de colección el tipo de compensación más extendido.

La compensación por daños en un litigio conducía al mismo tipo de problema de la triple coincidencia entre el evento, el suministro y la demanda, como ocurría en los casos de herencia, matrimonio y tributo. El juicio tenía que coincidir con la habilidad del demandante para pagar los daños, al igual que la oportunidad y el deseo del acusado de beneficiarse de ello. Si el recurso era un artículo consumible que el demandante ya tenía en abundancia, el recurso aún servía como castigo, pero probablemente no satisfacería al acusado; lo que no detendría el ciclo de violencia. Así, vemos de nuevo cómo los artículos de colección añaden valor; en este caso, al hacer posible la compensación para resolver una disputa o poner fin a un ciclo de venganzas.

Estas compensaciones no habrían formado un bucle cerrado si los pagos hubieran servido para acabar con las vendettas por completo; sin embargo, si estos no las eliminaban del todo, podían formar un ciclo posterior al ciclo de venganzas. Por esta razón, es posible que la institución alcanzara un equilibrio una vez que hubo reducido, pero no eliminado, los ciclos de venganza hasta la aparición de redes de comercio más densamente conectadas.

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