¿Tiene sentido usar Bitcoin para financiar actos terroristas?

guns-312418_1280En plena conmoción por los atentados terroristas cometidos por ISIS en París, los ministros de justicia de la Unión Europea se han apurado a reclamar el fortalecimiento de los controles de los métodos de pago no bancarios tales como “las monedas virtuales y las tarjetas prepagadas”, para impedir el financiamiento de organizaciones como ISIS.

Dado que Bitcoin es, con mucho, la moneda electrónica descentralizada (“virtual” según los amos del sistema fiat) más conocida y más utilizada, cualquier persona sensata que juzgue deseable la prevención de los actos terroristas empezará por preguntarse: ¿tiene sentido usar Bitcoin para financiar actos terroristas? Antes de responder, veamos cuáles son las otras preguntas que los gobiernos supuestamente comprometidos con la lucha contra el terrorismo NO se están haciendo:

¿Cuánto dinero hace falta para salir a la calle a dispararle a la gente? Si un terrorista compra un boleto de tren, ¿cómo podemos saber que su compra es diferente a la de cualquier otra persona? Si los pasaportes sirven para identificar terroristas, ¿por qué los terroristas no son detenidos antes? Si los terroristas utilizan identidades falsas, ¿qué sentido tiene registrar la identidad de toda persona honesta cada vez que realiza una compra?

El petróleo, los secuestros extorsivos, los impuestos, el sistema bancario tradicional y el dinero en efectivo sirven tan bien a los fines de ISIS como a los de cualquier otra organización terrorista. Bitcoin sería un eslabón totalmente innecesario –de hecho, sería contraproducente– en su cadena logística. La inquietante realidad es que los atentados puntuales no requieren más que fanatismo, determinación, coordinación a plena luz del día y dinero fiat. En cuanto al sustento y expansión de ISIS, ninguna organización (gubernamental o no gubernamental) que simpatice con la causa del nuevo califato va a cambiar miles de millones de dólares a bitcoins para financiar a ISIS, ya que el bitcoin es demasiado rastreable y carece de la liquidez necesaria para que les resulte útil.

Pero hay más preguntas incómodas que ningún político, al menos públicamente, se está haciendo: si los terroristas ignoran la prohibición de portar armas, ¿qué sentido tiene imponer leyes que desarman al resto de la población? Si los terroristas usan dólares, petróleo, metales preciosos, teléfonos móviles, Twitter, automóviles, etc. etc., ¿habrá que prohibir todo eso también –es decir, dejarlo exclusivamente en manos de los criminales, como esas armas de fuego que en París casi nadie puede usar de manera legal–?

Según esa “lógica”, cuanto más útil es una herramienta, más razones hay para prohibirla –pues podría ser utilizada con fines criminales–. En la práctica, sabemos que las medidas basadas en la fe en el poder sobrenatural del Estado nos complican la vida inútilmente –en el mejor de los casos–, y en el peor de los casos nos obligan a entregar esas valiosas herramientas precisamente a quienes están dispuestos a usarlas en nuestra contra.

Independientemente de lo que hagamos para contrarrestar las erupciones de histeria colectiva, seguiremos oyendo mentiras acerca de la utilidad de Bitcoin para los terroristas; porque cualquier propuesta, por idiota que sea, hace lucir a los políticos de turno como hombres de acción ante las masas de ignorantes que los votan, y porque los amos del dinero fiat necesitan desesperadamente una excusa para bloquear todas las salidas antes de promulgar controles de capitales y rescates financieros a expensas de los depositantes.

Ahora bien, muchos se están preguntando con genuina curiosidad qué es lo que un gobierno podría hacer si realmente estuviera en sus planes acabar con el terrorismo. Si hay lectores de elBitcoin.org que conocen a François Hollande, por favor háganle saber que aquí tenemos la respuesta:

• Dejar de venderle armas a gobiernos totalitarios.

• Dejar de intervenir en conflictos lejanos que en nada contribuyen a la defensa de la población en el territorio que gobiernan.

• Permitir que la gente porte y use armas de fuego en legítima defensa (no por casualidad los terroristas eligen zonas “libres de armas” para abrir fuego contra gente inocente).

• Eliminar el “Estado benefactor”. En otras palabras, dejar de tomar por la fuerza el dinero de la población productiva para subsidiar a la improductiva. Este es el germen del resentimiento, la marginación y el aislamiento de un segmento creciente de la población que, mientras cuente con la dádiva estatal, no necesitará enfrentar el dilema de integrarse o emigrar.

En definitiva, para resolver este problema el gobierno no tiene que hacer algo sino dejar de hacer: dejar de echar leña al fuego en conflictos lejanos y ajenos; dejar de promover la asociación forzosa de culturas incompatibles; dejar de imponer el desarme de los ciudadanos respetuosos de la ley.