Shelling out – Los orígenes del dinero (III)

Shelling out – Los orígenes del dinero III (Ver parte II)

Nuevas teorías sobre los orígenes y la naturaleza del dinero

Fuente: Nick Szabo’s papersTraducido al español por moraluniversal.com

shelling-outPocas otras especies cooperan al nivel de los humanos, aún el de los humanos paleolíticos. Hay excepciones, como en el cuidado comunitario de las crías que se observa en las colonias de hormigas, termitas, abejas y demás. En estos casos los animales cooperan porque comparten un parentesco genético. De esta manera, al cooperar, pueden ayudar a que se generen más copias de sus “genes egoístas”. En ciertas ocasiones, muy escasas, existe también la cooperación en ausencia de parentesco, lo que los psicólogos evolutivos llaman altruismo recíproco. Tal como lo describe Richard Dawkins en ‘El gen egoísta’, a menos que el intercambio de favores sea simultáneo – y a veces aún siendo ese el caso – una de las partes puede traicionar a la otra. Y esto ocurre con frecuencia. Es el resultado típico de un juego que los expertos en teoría de juegos llaman el “dilema del prisionero”. Si ambas partes cooperaran, ambas obtendrían mejores resultados, pero si una traiciona a la otra obtiene una ganancia a su costa. En una población de embaucadores y crédulos, los embaucadores siempre ganan. Sin embargo, a veces los animales logran cooperar mediante interacciones reiteradas y una estrategia llamada “toma y daca”: se comienza colaborando y se continúa haciéndolo hasta que la otra parte traicione; luego uno mismo traiciona. Esta amenaza de represalias motiva la colaboración continua.

Las situaciones en las cuales tal cooperación ocurre verdaderamente en el mundo animal son muy escasas. La principal traba es que tal cooperación está limitada a relaciones en las cuales al menos uno de los participantes se encuentra de alguna manera obligado a permanecer en la proximidad del otro. El caso más común es cuando los parásitos y sus hospedadores, cuyos cuerpos comparten, evolucionan juntos hasta convertirse en simbiontes. Si los intereses del parásito y el hospedador coinciden, de manera tal que ambos trabajando juntos serían más aptos que cada uno por su lado (o sea, el parásito también le provee algún beneficio al hospedador), si pueden, entonces, jugar un juego exitoso de “toma y daca”, evolucionarán hacia la simbiosis (un estado en el cual sus intereses, y especialmente el mecanismo de transmisión de los genes de una generación a la siguiente, coinciden). Se convierten en un solo organismo. Sin embargo, hay mucho más que cooperación aquí; también hay explotación; las dos ocurren simultáneamente. La situación es análoga a una institución que los humanos desarrollaron – el tributo – que analizaremos a continuación.

pez-limpiadorExisten algunos casos muy especiales en los cuales dos organismos simbiontes evolucionan a partir de una relación que no involucra a un parásito y un hospedador compartiendo el mismo cuerpo. En vez de eso, se trata de animales sin parentesco que comparten un territorio muy reducido. Un notable ejemplo que describe Dawkins son los peces limpiadores. Estos peces nadan hacia dentro y afuera de las bocas de sus hospedadores, consumiendo bacterias que allí yacen y beneficiando así al pez hospedero. El pez hospedero podría traicionar – podría esperar a que el pez limpiador termine su trabajo, y luego comérselo – pero no lo hace. Dado que ambas partes son móviles, ambas están potencialmente libres para dejar la relación. Sin embargo, los peces limpiadores han evolucionado un sentido muy fuerte de territorialidad individual, y poseen unas rayas y bailes particulares que son difíciles de imitar – como un logotipo de marca de difícil falsificación. De esta forma, los peces hospederos saben a dónde ir para obtener una limpieza, y saben que, si traicionan, tendrán que comenzar de nuevo con un nuevo pez limpiador en el cual no podrán confiar. Los costos de entrada – y por lo tanto los de salida – de la relación son altos, de manera que esta funciona bien sin traición. Además, los peces limpiadores son pequeños, así que el beneficio de comérselos no es grande comparado con el beneficio de tener un pequeño número de ellos, o aún de uno solo, limpiando.

Uno de los más pertinentes ejemplos es el del murciélago vampiro. Como su nombre sugiere, le chupan la sangre a sus presas mamíferas. Lo interesante es que, en una buena noche, vuelven a casa con un excedente; en una mala noche, vuelven sin nada. Su oscuro negocio es sumamente impredecible. Debido a esto, los que tienen suerte – o habilidad – frecuentemente comparten sangre con los menos afortunados – o menos habilidosos – en su cueva. Regurgitan la sangre y el agradecido receptor la consume. La gran mayoría de estos receptores poseen un parentesco. De cada 110 de estas regurgitaciones observadas por el biólogo G.S Wilkinson – que ha de tener un buen estómago – 77 fueron casos de madres alimentando a sus crías, y la mayoría de los otros casos también involucraban un parentesco genético. Existen, sin embargo, un pequeño número de éstas que no pueden ser explicadas por altruismo de parentesco. Para demostrar que los mismos eran casos de altruismo recíproco, Wilkinson combinó las poblaciones de murciélagos de dos grupos diferentes. Los murciélagos, excepto en muy raras excepciones, sólo alimentaron a viejos amigos de su grupo original. Tal cooperación requiere la construcción de una relación a largo plazo, donde ambas partes interactúan frecuentemente, se reconocen la una a la otra, y guardan un registro del comportamiento de la otra parte. La cueva de los murciélagos ayuda a que se forme esta relación a largo plazo debido a que obliga a los murciélagos a interactuar frecuentemente entre sí, y de esta manera se pueden generar estos vínculos recíprocos.

Como veremos, también los humanos eligieron presas sumamente riesgosas y que estaban disponibles intermitentemente, y compartieron los resultantes excedentes con otros sin parentesco genético. En efecto, los humanos lograron llevar esta relación recíproca a un nivel mucho más alto que el murciélago vampiro. El cómo lo hicieron es el principal tema de nuestro ensayo. Dawkins sugiere que “el dinero es un vale formal de altruismo recíproco aplazado”, pero luego no ahonda más en esta fascinante idea. Nosotros lo haremos.

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Imagen por Kim Seng