Prohibición del metálico: esclavitud en nuestra era

esclavitud

«Nadie es más esclavo que el que se tiene por libre sin serlo.»
Goethe.

Por Paul Rosenberg

En los últimos meses un buen número de artículos han pasado por mi pantalla, todos ellos proclamando la necesidad de que gobiernos y bancos eliminen el dinero en metálico. Seguro que tú también has visto unos cuantos.

Son terroristas y otros tipos de gente peligrosa la que usa metálico, según nos dicen. Así que para evitar que una bomba nos mate en una esquina y nos haga trizas, los gobiernos tendrán que prohibir el dinero en metálico.

En realidad cuesta un poco imaginar un intento más obvio y cutre de meter miedo. El dinero en metálico, que ha sido usado durante siglos si no milenios, es de repente el vector de la muerte instantánea. ¿Tenemos que tragárnoslo y ya?

Pero hay una serie de razones que explican por qué se están promocionando estas historias ahora. La primera de ellas, quizás, es tan simple como que “porque pueden hacerlo”: tras el 11-S, una enorme ola de conformidad ciega surgió de occidente. Tal vez no dure eternamente pero todavía sigue su curso, y las corporaciones del entretenimiento la refuerzan bombeando miedo dentro de las mentes de la gente.

La segunda razón es la principal: los tipos de interés negativos.

La urgencia por prohibir el que ha sido uno de los pilares de la vida diaria, quiere decir que las élites en la trastienda creen que pronto será necesario. Puede incluso que los bancos centrales, el FMI, el Banco Mundial y todos los que están detrás vean la eliminación del dinero en metálico como una parte esencial para su estrategia de supervivencia.

La razón es simple: el dinero en metálico permitiría a la gente escapar de la única cosa que podría salvar este sistema monetario, que son los tipos de interés negativos. Para dejar esto claro, me gustaría parafrasear la famosa cita de Alan Greenspan, allá por 1966, durante sus días cercanos a Ayn Rand: “la política financiera del Estado benefactor requiere que los poseedores de la riqueza no puedan protegerse a sí mismos”.

Esta cita era una afirmación válida, y con una ligera modificación explica de forma sucinta la nueva guerra contra el dinero en metálico: la preservación de un sistema monetario insolvente requiere que los poseedores de moneda no tengan forma de protegerla.

El dinero en metálico es aquel que tienes en tus propias manos. Es un producto que escapa al control bancario. El dinero electrónico –balances bancarios, créditos, etc.– sigue estando dentro del sistema bancario y totalmente sujeto al control bancario.

Una combinación de ausencia de dinero en metálico y tasas de interés negativas, sería una silenciosa y permanente versión de lo que se hizo en Chipre, donde el gobierno simplemente cerró todas las puertas, permitió únicamente mínimas retiradas de efectivo en cajeros automáticos, y luego trincó el dinero de miles de cuentas bancarias de golpe.

El espectáculo chipriota fue realmente gordo y, quieras que no, eso tiende a minar la legitimidad del legislador. Así que mucho mejor que no haya cajeros automáticos ni dinero en metálico para nadie. No habría colas de gente hablando unos con otros, sino perdedores aislados sin recursos ni respaldo, lamiéndose las heridas mientras sus marionetas favoritas les dicen por la TV que mantengan la calma y miren las lucecitas de colores.

Las tasas negativas de interés le darían a los bancos el 100% del control de tus compras. Ellos podrían, incluso en la peor situación, permitirte comprar comida mientras congelan el resto de tus activos. El ciudadano medio no podría hacer nada al respecto y sería simplemente robado, pero de forma suave y sin una cara humana a la que echar la culpa del robo.

Tasas de interés negativas quiere decir que tu banco te sisa día tras día, de forma automática. Tus 1.000 pavos de enero son 950 pavos en diciembre. ¿Y dónde se fue la pasta? A los bancos, por supuesto, y al gobierno. Ellos extraen tu dinero, gota a gota, y no hay nada que puedas hacer para evitarlo. Con esto consiguen varias cosas a la vez:

– Financiar gobiernos de forma ilimitada y automática. Olvídate de la declaración de hacienda: ellos pueden coger directamente de tu cuenta según crean oportuno.
– Pagar la mala deuda contraída con bancos más grandes, de la que hay océanos.
– Te obliga a gastar todo lo que tienes tan rápido como lo cobras, o de lo contrario te empiezan a sisar.
– Le da al sistema el control total sobre tu vida financiera. Todo monitorizado, todo rastreable, y cada transacción debe ser aprobada por ellos. Si deciden que no les gustas, acabas de pasar a engrosar las filas de la mendicidad.

Hablando claro, esto es la vuelta a la esclavitud.

Les sugiero que empiecen a hablar con sus amistades y conocidos acerca de esto, ahora, antes de que sea demasiado tarde. No se dejen someter sin plantar cara.

Leer texto original, en inglés

Imagen por Liz Jones