¿Podría Bitcoin ser el dinero del futuro?

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Cuando se enfrentan a Bitcoin, la mayoría de los economistas adoptan una estrategia muy común entre los académicos: taparse los ojos, recitar cual Padrenuestro lo que otros han dicho, y cruzar los dedos.

 

Con un poco de suerte, piensan, Bitcoin será reemplazado por algo diferente; algo que un comité pueda manipular (quizás una versión puramente digital del dinero fiat), o al menos algo que, eventualmente, pueda ser eliminado por decreto (como las representaciones digitales de metales preciosos).

Pero también hay economistas menos preocupados por sus perspectivas laborales y la seguridad de sus puestos académicos que por el destino de una humanidad presa del dinero estatal. Uno de ellos es Detlev Schlichter, el autor de este ensayo que Julián Fernando Marzaro ha traducido al español.

¿Podría Bitcoin ser el dinero del futuro?

Por Detlev Schlichter

La cripto-moneda Bitcoin sigue siendo meramente una pequeña mancha en el terreno monetario global. Es joven, experimental, y por lo que sabemos, podría fallar en abrirse paso dentro de la corriente principal monetaria. De todas formas, en un nivel conceptual estoy dispuesto a llamarlo un proyecto genial, y podría decirse el más emocionante desarrollo en el campo del dinero en más de 130 años. Digamos que desde el comienzo del patrón oro clásico en 1879. ¿Esto suena exagerado? Bueno, déjenme explicarlo.

El declive y la caída del dinero capitalista

El siglo XX fue, en general, un periodo de casi constante decaimiento monetario. Alrededor del 1900 la mayoría de los economistas, políticos y banqueros habrían declarado correctamente que el capitalismo global – una economía de mercado global facilitando el libre intercambio de bienes y servicios a través de fronteras políticas y así permitiendo la cooperación humana extensiva a través del comercio – requería una moneda internacional, apolítica y fuerte. Tal dinero era el oro. Era la base de la economía capitalista e imponía estricta disciplina sobre todos los participantes del mercado. Crucialmente, eso incluía a los gobiernos y los bancos. Los gobiernos tenían que operar casi como negocios privados. Ellos tenían que mantener el balance en sus libros, es decir, vivir dentro de los medios provistos por los impuestos, y si tomaban prestado dinero en el mercado, sus acreedores estaban bajo riesgo completo del default, ya que ningún gobierno podía imprimir dinero (oro) para pagar las deudas o incluso cumplir con los pagos de intereses sobre los préstamos.

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