La moda de «la cadena de bloques»

Por Erik Voorhees (@ErikVoorhees)

La «cadena de bloques» es la última moda.

2015 es el año en que el relato cambió. Bitcoin salió de la escena, y entró la cadena de bloques. Asiste a cualquier conferencia del mundo financiero y escucharás hablar maravillas de los «libros de contabilidad privados distribuidos». Proyectos de cadenas de bloques privadas como R3 CEV han atraído a más de 25 de los principales bancos del mundo. En los aeropuertos de todo el mundo se puede ver la portada más reciente de Bloomberg Markets, con Blythe Masters, la reina de Wall Street, sentada elegantemente detrás de un titular que celebra la invención: «Lo importante es la cadena de bloques». Incluso inversores conocidos por haber respaldado emprendimientos vinculados a Bitcoin durante años, ahora se aseguran de transmitir en sus textos promocionales que están involucrados en «emocionantes aventuras con la cadena de bloques». ¿Cuál es tu estrategia con la cadena de bloques?, se preguntan unos a otros, sin saber muy bien de qué están hablando

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El ascenso de este término en los medios y en la industria financiera ha sido vertiginoso.

Y «Bitcoin», como si fuera una cosa de alguna manera independiente de «la cadena de bloques», ha sido dejado de lado e ignorado, como ese pariente que avergüenza a todos en una reunión familiar.

A algunos de nosotros todo esto nos ha parecido divertido, pero no pocos han quedado confundidos. ¿Por qué todo el mundo está hablando de la cadena de bloques, y se hace caso omiso de su combustible esencial, Bitcoin?

En primer lugar, veamos por qué el cambio en la narrativa tenía que suceder; por qué era necesario y, de hecho, inevitable.

Bitcoin, para muchos que han oído casualmente hablar del tema, es una criatura incómoda y críptica, que habita en algún lugar entre esquema Ponzi y «el dinero que usa la gente mala». ¿No era que Bitcoin había quebrado en Japón? ¿No era que su CEO estaba preso? Para otros, Bitcoin es simplemente algo tan extraño como innecesario. Visa funciona muy bien, gracias.

Pero, para los profesionales del ámbito del dinero –banqueros, inversores, reguladores financieros– Bitcoin es una cosa incómoda y molesta, una tecnología que casi todos ellos han desestimado por ser «absurda e inútil» y que, sin embargo, sigue creciendo. Bitcoin promete un mundo peligroso, sin un estricto control financiero centralizado y vertical. ¡Terrorismo! ¡Pensemos en los niños! Bitcoin puso sobre el tapete el término «fiat», y cuando algo tiene un nombre, puede ser criticado. Cada día que Bitcoin sigue existiendo, demuestra que el dinero puede funcionar sin planificación central. Y lo peor de todo, Bitcoin trae consigo un odioso culto a tonterías tales como «la privacidad financiera«, y pretensiones ingenuas tales como que «el dinero se mueva más rápido que un yunque enviado por FedEx».

¿Qué banquero respetable querría lidiar con eso?

Y mientras la tecnología de la cadena de bloques trae consigo grandes promesas de innovación financiera, Bitcoin no puede ser nombrado al tratar esos temas, porque el término lleva consigo toda la carga antes mencionada. Uno no puede discutir acerca de Bitcoin entre gente bien educada, pues la conversación podría derivar en asuntos polémicos como teoría monetaria, derechos humanos, deuda pública, robo a escala masiva, fraude bancario… mejor hablar del clima.

Pero, ¿cómo convences a tu jefe o a tus accionistas de que estás siguiendo el ritmo de la innovación? Ellos leen las noticias, ellos saben que hay una tendencia hacia la desintermediación. En algún lugar de sus mentes, algo les dice que, tal vez, cobrar 45 dólares por hacer una transferencia interbancaria (es decir, por enviar un mensaje) no es lógico ni sostenible. Como Jamie Dimon advirtió recientemente en su carta anual a los accionistas: «Silicon Valley está llegando».

Es el turno de «la cadena de bloques»

Ahhh, ¡qué alegría!, ¡qué alivio! Por fin un término que encapsula toda la magia, todo el esplendor tecnológico, todas las promesas y el brillo de la verdadera innovación financiera. Y lo hace sin motivar discusiones acerca de Silk Road o la isla de Jekyll.

La cadena de bloques, como concepto, no es controversial. Bitcoin es muy controversial. Es por eso que la narrativa cambió –porque «Bitcoin» incomoda a los profesionales de las finanzas–. No es que hubo una conspiración con el propósito de cambiar de tema, simplemente ocurrió de forma natural; era el camino que ofrecía menor resistencia.

Pero, ¿qué es exactamente lo que esperan lograr con estas cadenas de bloques independientes de Bitcoin? Sin Bitcoin, una cadena de bloques es sólo una base de datos distribuida –nada nuevo, en realidad–. ¿Qué es R3 CEV sino una base de datos MySQL más sexy y más «social»? ¿Por qué razón los bancos no han construido ya hace tiempo esos libros mayores distribuidos? Si ellos son los árbitros de las transacciones, no tienen ninguna necesidad de minería ni de cadena de bloques…

Tal vez esa base de datos distribuida nunca tuvo lugar porque los bancos no han sentido una verdadera presión competitiva para innovar. La mayor innovación de los bancos en las últimas dos décadas ha sido el «Swap Geithner«, según el cual la pérdida debida a la excesiva toma de riesgos es intercambiada por dinero de los contribuyentes. Los bancos no son grandes innovadores financieros porque su negocio no es la innovación financiera, sino el lobby. ¿Pero es razonable culparlos? Si el gobierno se mete a la fuerza en tu cama, ¿con quién imaginas que despertarás?

Queda por ver cuánto tiempo le lleva al sector financiero darse cuenta de que la verdadera innovación valiosa no es el libro mayor distribuido de la cadena de bloques (que ha existido anteriormente en otros formatos), sino más bien la plataforma abierta de inclusión financiera que no necesita de la confianza de un tercero ni de un cártel (lo cual nunca ha existido).

Es precisamente la apertura de Bitcoin, como ocurrió antes con la apertura de internet, la que introduce un cambio revolucionario en la manera en que interactúan los seres humanos. Bitcoin no es revolucionario porque permite mover el dinero más rápido, o más barato, que los bancos. La demora de los bancos no se debe a la tecnología que utilizan –después de todo, solo están enviando mensajes digitales que representan dinero virtual–, sino principalmente a la regulación, la burocracia, y la costumbre.

Los snobs de «la cadena de bloques» pueden argüir que esta permite demostrar la verdad y el caracter definitivo de un hecho, y por lo tanto que al adoptar esta tecnología los bancos van a hacerse más eficientes a la hora de resolver la incertidumbre de la liquidación. Claro, la cadena de bloques podría ayudar con esto, y los bancos podrían llegar a ser más eficientes gracias a ella. Es posible que una red bancaria basada en la cadena de bloques pueda liquidar los pagos en cuestión de minutos en lugar de días.

Pero eso no viene al caso. Una ganancia marginal en eficiencia no es lo que nos entusiasma, y la verdad es que, técnicamente, un sistema centralizado como PayPal siempre puede ser más rápido que una cadena de bloques.

Esta tecnología no fue creada como una manera de hacer las cosas un poco más rápido, aunque ciertamente esa es una de sus ventajas. El verdadero logro, el logro que en retrospectiva será aclamado como fruto de la verdadera innovación, es eliminar la censura y el control central de la propia moneda.

¿Acaso internet es conocido como el medio que le permitió a Time Warner entregar su contenido más rápidamente a los lectores? ¿Acaso la imprenta es conocida como el medio que le permitió a la iglesia transmitir más eficientemente su mensaje a los devotos?

La esencia de estas tecnologías es su apertura –el hecho de que cualquier persona, en cualquier país, puede acceder a ellas, experimentar con ellas y construir sobre ellas–. Uno no tiene que tener 18 años para inscribirse; uno no tiene que estar en una lista aprobada por el gobierno para aprovecharlas.

La tecnología de la cadena de bloques, bien entendida, es descentralizada. Es una plataforma abierta. No juzga las acciones humanas, sino que simplemente permite más acción, más fácilmente, a todo el mundo. Una estrategia que involucre la cadena de bloques y que no aprecie esto acabará igual que AOL y CompuServe, y por la misma razón. ¿Es necesario que la industria pase otra vez por esa lección?

¿Cuántos miles de millones desperdiciarán los bancos en busca de su propio libro de contabilidad privado y distribuido, antes de darse cuenta de que el servicio de «libro mayor» es sólo una rama en el árbol de la comunicación humana, y que esa comunicación tiende a abrirse, en lugar de cerrarse, con el paso del tiempo?

Así que, representantes de la industria: si necesitan seguir usando el término «cadena de bloques» para sentirse socialmente cómodos al hablar de este renacimiento, está bien. Pero en aras de la honestidad intelectual, por no hablar del deber fiduciario para con sus accionistas, no caigan en la alucinación de que las redes financieras amuralladas son algo innovador o duradero. Si tu estrategia con la cadena de bloques termina donde empieza otro banco, lo estás haciendo mal.

Pasar de una red financiera que requiere permisos entre los bancos, a una red financiera interbancaria que no requiere permisos, no es un gran paso para la humanidad.

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