Las guerras del copyright se repetirán, pero mucho más duras

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Fuente: Torrent Freak

Por Rick Falkvinge

 

Traducido al español por symposion

 

La guerra del monopolio del copyright no fue “la guerra” sino sólo una misión en la que se dispusieron las lineas generales de actuación. La generación de internet está usando la tecnología para reafirmarse en sus valores y en su lugar dentro de la sociedad, mientras la vieja generación industrial está empujando con fuerza en sentido contrario, luchando contra su propia irrelevancia. Y las cosas están a punto de ponerse mucho más feas.

La gente a veces me pregunta cuándo comencé a cuestionarme si las leyes del monopolio del copyright eran justas, adecuadas o simplemente sanas. Yo respondo con total sinceridad que fue sobre 1985, cuando compartíamos música en cassettes y la industria del copyright nos llamaba ladrones, asesinos, violadores, pirómanos y genocidas por elaborar nuestras propias copias sin su permiso.

Los políticos no se preocuparon del asunto, pero se quitaron de encima a la industria del copyright dándole derechos privados sobre impuestos a las cintas de cassette, un derecho sobre impuesto que posteriormente infectaría cualquier cosa que tuviera capacidad de almacenamiento digital, desde las consolas de juegos a las cámaras digitales.

En 1990, compré mi primer modem y me conecté a FidoNet, un precursor amateur del internet de hoy día que tenía una forma parecida de establecer direcciones y enrutamientos. Hacíamos básicamente lo que se hace hoy día en internet: chatear, discutir, compartir música y otros archivos, vender y comprar cosas, y sí, tener citas y flirtear. Hoy, hacemos las mismas cosas pero con mejor apariencia, más rápido y más en tiempo real, en dispositivos considerablemente más pequeños. Pero los mecanismos sociales son los mismos.

Los políticos no tenían ni puta idea.

La primera señal de que algo gravemente erróneo estaba ocurriendo en la cabeza de los políticos llegó cuando crearon en Suecia una ley al estilo de la DMCA, que hacía que el dueño de un servidor fuera legalmente imputable por los comentarios en el foro hechos por terceras personas en ese servidor, si el operador de ese servidor no borraba los comentarios cuando se le notificaba. Por primera vez en la historia moderna, el mensajero se convertía en responsable legal por la opinión que un tercero había expresado. Las personas que estaban dándole forma a internet en esos días fueron al parlamento a intentar explicar la tecnología y el contrato social de responsabilidades que implicaba, y se fueron de allí absolutamente decepcionados y desesperados. Los políticos tenían menos idea de lo que ellos habían imaginado.

copyright!!

La cosa no ha mejorado desde entonces. La observación hecha por Cory Doctorow en su brillante discurso sobre la guerra que se avecina en el ámbito de la computación era correcta: los políticos no tienen ni puta idea de internet porque no se preocupan por internet. Se preocupan de la energía, la salud, la defensa, la educación y los impuestos, porque ellos sólo comprenden los problemas que definieron las estructuras de las dos generaciones anteriores – las estructuras que ostentan hoy el poder simplemente han retenido su definición original, y esas son las estructuras que ponen a los políticos de hoy día en el poder. Esas estructuras son incapaces de adaptarse a su irrelevancia.

Llega Bitcoin.

La fabricación sin licencia de copias de música y películas fueron y son frutos demasiado pequeños para los que los políticos no tenían tiempo por eso de dedicarse a la energía, defensa y salud. Crear leyes draconianas que amenazaban a internet no fue un comportamiento tipo “creo que esto es una buena idea” sino que fue un comportamiento tipo “industria del copyright, quítate de en medio”. La industria del copyright entendió esto a la perfección y cada cinco años lanza sus berrinches para conseguir más poderes de tipo policial, dinero del contribuyente, y rentas de las arcas públicas. Sólo cuando la población se echó a la cara de los políticos con más fuerza que la industria del copyright -pensad en SOPA y ACTA- los políticos dieron marcha atrás, normalmente con un gesto confuso en su cara para luego, distraídamente, hacer lo que era correcto antes de volverse a sus asuntos de energía, defensa y salud.

En cualquier caso, una criptomoneda como Bitcoin -esencialmente el mismo mecanismo social, los mismos protocolos sociales, los mismos principios de distribución y no centralización que BitTorrent popularizó al permitirle a la gente compartir cultura y conocimiento fuera de los monopolios de la industria del copyright- no es algo que pase desapercibido. De la misma forma que BitTorrent dejó en evidencia al monopolio del copyright como algo absoleto, Bitcoin hace lo propio con los bancos centrales y al actual sector financiero. Tal y como BitTorrent hizo, que no se enfrentó cara a cara con el monopolio del copyright sino que pasó de él y se lo saltó por irrelevante, Bitcoin salta cada intento de regulación financiera y demuestra su irrelevancia. Y de la misma forma que BitTorrent vio su consumo y uso aumentado en una escala de millones, así hace Bitcoin.

La criptomoneda está políticamente donde se encontraba la cultura del compartir en 1985.

Los políticos no se preocuparon por el monopolio del copyright. No lo hicieron. No lo hacen. No, no lo hacen ni por asomo. Esa es la razón por la que a la industria del copyright se le ha dado todo aquello que han pedido. Como pregunta del millón de dólares de hoy: ¿crees que los políticos se preocupan por la autoridad del banco central y el control centralizado de los fondos, finanzas e impuestos? SÍ. Y MUCHO.

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Esto se va a poner realmente feo. Pero esta vez tenemos un mapa: el de las guerras del monopolio del copyright. Cory Doctorow tenía razón cuando dijo que esta no era la guerra, sino sólo la primera escaramuza en torno al control de la sociedad como un todo. Los integrantes de la generación de internet están reclamando sus libertades, y la vieja generación industrial está oponiéndose. Duramente.

Ya hemos visto las palabras mágicas usadas contra la cultura del compartir ser probadas contra Bitcoin. Un ejemplo: “¡Bitcoin se usa para comprar drogas ilegales!”

Ya que esta frase se usa en defensa del dólar estadounidense, el argumento no puede quedar sin una respuesta obvia: “Así que… ¿estás diciendo que el dólar no se usa para lo mismo?”. Pero ya estamos viendo los argumentos que se usaron en la batalla del monopolio del copyright lanzados ahora contra la nueva generación de tecnologías P2P. Las mismas palabras malditas: crimen organizado, ficheros compartidos, pornografía infantil, tráfico de drogas. Palabras malditas que recuerdan la forma en que se usó el término “comunismo” en los años 50. Y por cierto: antes que el “comunismo” fue la “música jazz”.

Más allá de Bitcoin hay tecnologías como Ethereum o Counterparty, cuyo objetivo hará que muchos de los servicios centrales del gobierno -la creación de sociedades, tribunales, arbitraje- se vean obsoletos y puenteados. Los habitantes de las viejas estructuras no van a aceptar estos nuevos desarrollos sentaditos en una silla.

Toda la guerra del monopolio del copyright está a punto de repetirse. Pero en lugar de quitársela de encima ya que los políticos no se preocupan de aquello que está en discusión, esta vez tendrán que enfrentar una tecnología y unos cambios sociales que desafían el núcleo central del poder político. Esta vez, los políticos intentarán aplastar la tecnología y a sus usuarios de forma deliberada y no por ignorancia como en el pasado. Esta vez no se guardarán los golpes y no aceptarán un equilibrio entre sus intereses y el derecho a la privacidad, a la vida, a la felicidad o a la libertad.

Pero esta vez estamos preparados. Esta vez tenemos un hoja de ruta de lo que ocurrirá exactamente, porque las guerras del monopolio del copyright no fueron más que las directrices en el juego de las libertades civiles. Siendo honestos hay que reconocer que no hemos jugado nuestras cartas demasiado bien. Pero ahora conocemos las capacidades del adversario, sus movimientos e intenciones.

El fin de ese desarrollo será o una sociedad estilo Big Brother más allá de las peores pesadillas distópicas, o una sociedad donde la criptomoneda esté firmemente consolidada y el monopolio del copyright haya sido abolido entre expresiones de alegría de una nueva y liberada generación, que tiene nuevos problemas con los que lidiar en lugar de aquellos que definieron la generación de nuestros abuelos.

Leer texto original, en inglés

Imagen por cali.org