¿Qué gana Blockstream atacando a Bitcoin?

draculaBlockstream, la empresa que dice proveer soluciones de escalabilidad para Bitcoin, se encuentra en una situación excepcional: a diferencia de cualquier otra empresa en este espacio, Blockstream no procura competir por el favor del usuario –ni siquiera necesita que alguien solicite sus servicios–, porque cree haber encontrado la manera de moldear a Bitcoin de acuerdo a sus intereses. Su estrategia ha sido muy simple, y revela hasta qué punto los bitcoiners hemos descuidado la descentralización del desarrollo.

Discreta y silenciosamente, en poco tiempo Blockstream llegó a reclutar suficientes desarrolladores de Bitcoin Core (el cliente Bitcoin más utilizado) como para aislarse completamente del mercado, introducir problemas allí donde no los había y luego presentarse como la única opción para “salvar a Bitcoin”. Es el modus operandi al que el Estado nos tiene acostumbrados, con todos sus ingredientes: el problema inexistente que la propaganda oficial se encarga de priorizar; el programa que viene a “solucionar” el problema y en el proceso crea verdaderos problemas; y finalmente el reclamo de más poder para resolver esos mismos problemas que la propia intervención ha creado o agravado.

La cuestión del tamaño máximo del bloque es simplemente la excusa que han encontrado para intentar secuestrar el desarrollo de Bitcoin –una excusa inverosimil para cualquiera que posea conocimientos elementales de economía y conozca la razón por la cual Satoshi Nakamoto introdujo este parámetro–.

Para hacer que las transacciones fuera de la cadena de bloques luzcan atractivas, Blockstream primero tiene que inutilizar a Bitcoin. Un límite de 1 MB para los bloques de transacciones converitiría a Bitcoin en un sistema inútil para pagos p2p, complicaría espantosamente la interfaz del usuario con el sistema, y expondría a Bitcoin a ataques de denegación de servicio que pueden ser ejecutados a un costo mínimo.

Todo este plan, digno de un supervillano de historieta, cobra sentido cuando uno se entera de qué estaban haciendo los Blockstream boys mientras Bitcoin despegaba del suelo (en lugar de invertir en bitcoins o minar bitcoins). Para empezar, entre los empleados de Blockstream hay dos desarrolladores y activos promotores de Freicoin (es decir dos tipos que creen que el límite a la emisión de moneda es malo y que el gasto debe ser estimulado), un desarrolador de IXcoin (acaso el proyecto más estúpido –o quizás la estafa más burda, es difícil saberlo– en la historia de las criptomonedas), y uno de los responsables de Intersango (un sitio de intercambio que antes de cerrar se quedó con el dinero de sus clientes).

Por otra parte, entre los que firmaron el decreto mediante el cual Blockstream pretende asfixiar a Bitcoin hay un número llamativo de desarrolladores involucrados en altcoins (Litecoin, Viacoin, Ethereum, Siacoin, Namecoin, Mastercoin, entre otras distracciones que han ocasionado enormes pérdidas a los incautos).

Mientras Bitcoin despegaba, quienes años después iban a ser los fundadores de Blockstream estaban muy ocupados argumentando que no tenía futuro. El caso de Gregory Maxwell (el Führer de Blockstream, inflexible partidario de bloques de 1 MB para toda la eternidad) es bien conocido, pero el de Adam Back (el mismísimo creador del sistema de prueba de trabajo que se convertiría en una de las piezas fundamentales de Bitcoin) es emblemático: en 2009, 2010, y 2011 no hizo más que desestimarlo, y en 2013 finalmente decidió invertir, justo en el peor momento de la burbuja, con el bitcoin a casi US$ 1200). Eso debe doler…

Hay dos formas de lidiar con el remordimiento: una, asumirlo (en este caso, reconocer que perdieron la oportunidad de convertirse en early adopters debido a su analfabetismo económico) y corregir el rumbo (en este caso, invertir en bitcoins y contribuir al desarrollo de Bitcoin); la otra, negarlo y enojarse con el mundo. Los Blockstream boys están enojados, y si no tomamos conciencia de lo que está ocurriendo no van a descansar hasta destruir la visión de Satoshi Nakamoto. Nadie ha pedido sus “soluciones”; nadie está contento con los problemas que ellos mismos generan; lo único que sostiene su influencia –aunque cada vez con más dificultad— es la inercia del cliente iniciado por Satoshi Nakamoto.

Lo que ganan (o pretenden ganar) los Blockstream boys es obvio: valor económico a expensas de Bitcoin, si es que logran estropearlo. Ellos no han invertido en el éxito de Bitcoin, sino en la esperanza de enriquecerse con “soluciones” montadas sobre un Bitcoin reducido a “capa de liquidaciones”.

Dicho todo esto, insisto en señalar que yo no tendría ningún problema con Blockstream y todos los que están a su servicio si no fuera por sus actitudes dictatoriales y antimercado. Si ellos están realmente seguros de que el camino que han elegido (la destrucción del sistema de incentivos que ha funcionado hasta hoy) es lo mejor para Bitcoin y no solo para ellos, ¿por qué le temen a la competencia de implementaciones?; ¿por qué tratan a cualquier implementación alternativa como un ataque?; ¿por qué recurren a la censura y a toda clase de tácticas mafiosas?

Si consideran que Satoshi Nakamoto estaba equivocado, deberían lanzar su propia altcoin y dejar a Bitcoin en paz. Pero sabemos muy bien que no lo van a hacer; nos toca a nosotros expulsarlos y demostrarle al mundo lo que le pasa a quien se mete con el Sr. Bitcoin.

Imagen por lumpi