Estafas en Bitcoinlandia: una teoría

Fuente: Liberty.me

Por Jeffrey Tucker – Traducido al español por Symposion

En un par de semanas participo en una conferencia en la que una gran controversia se ha desatado con respecto a uno de los 50 conferenciantes. Mucha gente cree que él es un artista del engaño, un tipo que apareció con una nueva criptomoneda como parte de un esquema Ponzi – Pump’n’dump. La idea es aparecer dándose bombo y publicidad con algo supuestamente innovador, prometiendo ganancias enormes con un lenguaje alucinógeno, pagar a los primeros inversores con el dinero de los siguientes inversores, hacer que se infle el precio, vaciar el asunto de dinero repentinamente y luego enviar tus disculpas.

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No tengo la menor idea sobre este caso en concreto, pero si las acusaciones resultasen ser ciertas no me sorprendería en absoluto. He desarrollado la sensación -a lo largo del último año- de que hay muchos caracteres parecidos en el entorno de Bitcoin.

Claro que todas las iniciativas empresariales necesitan de marketing y un plan de ventas. Y todo nuevo negocio es, en alguna medida, una especulación. Realmente tienes que andar al borde de la cornisa para hacer que un nuevo proyecto funcione. Lo pillo. Por este motivo puede ser difícil diferenciar entre timos y negocios legítimos.

Y la simple acusación, o incluso las pruebas de excesivo apalancamiento, no bastan para establecer que algo es un timo. Recuerdo cuando Amazon enfrentó acusaciones similares en sus primeros años. El precio de sus acciones era increíblemente alto, totalmente desproporcionado al compararlo con su valor subyacente. Cuando el precio se hundió junto con todo lo demás en 1999, las personas que habían dicho de todo contra la compañía se sintieron genial… hasta que dos años después el precio se recuperó y Amazon continuó cambiando de raíz las ventas al por menor.

Dicho esto, los timos no son algo inexistente. Son muy reales. No tengo la menor duda de que el entorno de Bitcoin está plagado de ellos. Era igualmente cierto en los primeros años de internet. Los elevados precios de las acciones basados en nada atrajeron a legiones de personas que se dieron cuenta de que bastaba con comprar un dominio y darle bombo al servicio que ofrecías para atraer la atención de los inversores. Esto ahora es aplicable al mundo de Bitcoin y las criptomonedas en general.

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Indice NASDAQ

A menudo en conferencias me encuentro llevado a algún rincón tranquilo por algún emprendedor con una start-up, que me da su discurso de ventas. Muy frecuentemente apenas puedo seguir lo que dicen y no hay tiempo de entrar en detalles, así que dejo que inviertan otros.

Mientras tanto, la comunidad en torno a Bitcoin se ha empezado a obsesionar con el control sobre sí misma: una actitud de extrema escrupulosidad parece haber inundado el lugar. Algunos van tan lejos como para afirmar que toda altcoin debe ser sospechosa y que todo servicio que afirme mejorar la infraestructura nuclear del Bitcoin debe ser evitado.

La comunidad en Reddit se ha convertido en un antro lleno de acusaciones y contra-acusaciones. Difícilmente pasa un nuevo día sin que no se planteen nuevas acusaciones y defensas. Esto es algo bueno. La gente es consciente de que los timadores dañarán al sector de la misma forma que el robo de Mt Gox dañó seriamente la reputación del Bitcoin.

Pero vayamos a aguas más profundas: ¿por qué los genios del timo se sienten tan atraídos hacia Bitcoin? La respuesta es en realidad halagadora. Los artistas del engaño son los primos malvados de los auténticos emprendedores. Están pendientes y en alerta frente a las nuevas oportunidades. Se sienten atraídos hacia las aventuras económicas que son populares entre los que siguen las últimas tendencias. Están muy al tanto de lo que la gente imagina que será el nuevo boom. Donde hay buenas oportunidades y la previsión de altos beneficios, hay timadores. Su interés en el Bitcoin es por lo tanto un signo positivo. Me preocuparía mucho más si los timadores no estuvieran interesados en este mercado.

Regresemos por un instante a los viejos días en que los libros físicos se convirtieron por primera vez en un bien que estaba al alcance -económicamente- de casi cualquier casa de familia. No había librerías en la esquina de la calle, pero había un montón de servicios que ofrecían subscripciones a largas listas de libros que podías comprar a través del correo. Al principio eran sólo los grandes libros. Luego los grandes discursos, luego escritos presidenciales, luego los grandes hombres de la historia, luego las grandes mujeres, y así sucesivamente. Hasta que llegó el timo del “Who’s Who” en que te decían que habías sido seleccionado para que tu vida estuviera recogida en los libros y que “sería imperdonable que dichos libros no los tuvieras tú en la estantería de tu casa”.

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Puedes vagar a través de tiendas de libros usados y encontrarlos. La mayoría son de una calidad penosa y carecen totalmente de valor. En serio, no son más que montones de papel con chorradas escritas en ellos, tomo tras tomo. La gente los compraba. Eran timos o casi-timos. Pero los timadores fueron listos: sabían que la gente quería poseer libros. Los timadores sabían que en el futuro todas las casas tendrían una “pequeña biblioteca”. Ellos querían ser los primeros en rellenar los estantes de esas estanterías. En este sentido, la distinción entre lo que es una empresa legítima y lo que directamente es un timo puede volverse bastante gris y confusa.

Pero tomen nota: la presencia de estos artistas del engaño indicaba de hecho el éxito futuro de dicho sector. Los timadores no son nada sin un poco de clarividencia. Si sigues lo que hacen, toparás con las tendencias tecnológicas del futuro.

Otro ejemplo es el de los ferrocarriles. Entre 1870 y 1900, según florecía dicha industria y cambiaba la forma en que viajamos y vivimos, había innumerables casos de fraudes con acciones, esquemas de pump’n’dump, timos piramidales, corrupción público-privada y varias estafas que terminaron en tragedia. Los casos llenaban las cabeceras de los periódicos día tras día. Atraían una enorme atención y condena pública.

Era el mismo caso: los timadores sabían reconocer algo bueno cuando lo veían. Se colaron dentro de cada rincón del sector hasta el punto que incluso observadores experimentados no eran capaces de distinguir entre lo verdadero y lo falso. Y si los inversores no podían, imaginen los políticos y reguladores.

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Bono utilizado en la tristemente célebre estafa de la Chicago, Saginaw y Canadá Railroad Company, emitido en 1873.

Cuando el gobierno federal se involucró con el objetivo de acabar con los timos, el fraude, el soborno y la corrupción se volvieron aún peores.

Pero si atendemos a lo ocurrido posteriormente, no fueron los timos la parte duradera de la innovación del ferrocarril sino cómo el ferrocarril cambió nuestras vidas y mejoró ampliamente el estándar de vida para todo el mundo. Las vías férreas inauguraron el mundo moderno como le conocemos.

Al final, la única forma de mantener a raya a los timadores es la diligencia debida. Y eso es exactamente lo que la comunidad Bitcoin está haciendo hoy: advertir a los inversores para que tengan cuidado [Nota del traductor: el sentido de esa expresión “Investors beware” es en referencia al concepto “Caveat emptor”, en ingles “Buyer Beware”].

Pero nunca piensen que la presencia de estafadores en una industria desacredita la validez de la misma. Lo cierto es justo lo contrario: los timadores tienen un excepcional talento a la hora de reconocer buenas oportunidades cuando se les presentan. Que ellos abusen de dicha oportunidad no cambia en nada la realidad de una gran tecnología. De hecho, es un halago para esa tecnología.

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