¡Estáfame, cariño!

En las páginas del Nakamoto Institute se encuentran algunas de las más acertadas predicciones acerca de la adopción de Bitcoin por el mundo, pero son predicciones que parten de una suposición no del todo cierta. Las personas no suelen tomar decisiones racionales. La raíz de este fenómeno queda bien representada en la teoría matemática de juegos y en cómo sus predicciones se ven desbaratadas por la acción de jugadores no racionales, que a menudo eligen cooperar en base a políticas y falsas morales varias. El homo œconomicus parece no existir en la realidad; y así es que siempre ha existido un tira y afloja entre líderes y populacho a lo largo de la historia, como siempre ha existido un tira y afloja entre padres e hijos, ideas y realidad… o como existen los ciclos psicológicos de idealización y descontento.

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De esto pecan las expectativas de gente tan racional y estudiosa como John Nash, que ya sabía de criptografía computerizada, monedas y gobiernos en los años cincuenta cuando le expulsaron de la RAND y enfermó de esquizofrenia paranoica. Como a muchos bitcoineros duros ahora, el mundo se le cayó encima demasiado pronto, y demasiado rápido; y ahora se dedica a hablar de la remota posibilidad de que algo como el euro se pueda convertir en dinero ideal asintótico gracias a la intervención – ¡finalmente! – de autoridades benevolentes; como si tal cosa pudiera existir. Bitcoin es precisamente ese dinero ideal de suministro asintótico gracias a que funciona sin autoridades. Este hombre siempre ha sabido lo que es Bitcoin, pero obviamente – y a menos que él sea Satoshi – no puede admitir la completa invalidez de familias y gobiernos por motivos de salud mental, comprensiblemente, y trata de adaptar su conocimiento de la naturaleza a una sociedad que ignora y continuará ignorando a la naturaleza, no sólo en su aplicación de políticas monetarias.

Así, en artículos como el de ‘Ataque especulativo’ o ‘Hiperbitcoinización’ se nos dice que Bitcoin destruirá a las monedas nacionales de manera natural debido a su superioridad como dinero y reserva de valor. Pero para eso es necesario que alcance una cierta capitalización de mercado y liquidez. Mientras tanto el dólar, la moneda de reserva mundial de facto, prosigue su curso tumbando monedas nacionales – cosa que lleva haciendo ya desde hace tiempo – y afianzándose gracias a sus alianzas políticas y su posicionamiento como estafador de campeonato. Ahora mismo el rublo se desploma por la asociación del dólar con el petróleo saudí… En cualquier momento los caprichos de quienes ostentan el poder político dan tamaño fuelle a una moneda fiat que ya quisiera el bitcoin para sí. Y así Bitcoin no va a competir con monedas nacionales de pacotilla que ya están subordinadas y no se expandirán, sino con una moneda – o fenómeno monetario mundial – con sus mismas ambiciones, que le lleva gran ventaja y que, tristemente, está vinculada con bienes básicos tangibles como el petróleo. No veo que los análisis del Nakamoto Institute, pues, consideren algo tan importante como esto; al igual que su visión de la criptoanarquía expandiéndose por el mundo se reduce a una economía que consiste en “palabras e imágenes”. No se puede cifrar la gasolina.

No necesariamente las opciones que tiene un país se reducen a esto:

“Los traders comprarían bitcoins en EE UU, los venderían en la India por rupias y luego cambiarían las rupias por dólares, ganando así US$100. Esto debilitaría la rupia y causaría inflación importada y pérdidas para los inversores extranjeros. El banco central indio tendría que, o bien incrementar los tipos de interés para romper el ciclo, e imponer severos controles al flujo de capitales, o gastar sus reservas de divisas intentando levantar el tipo de cambio de la rupia. Únicamente subir los tipos de interés sería una opción sostenible, aunque entonces el país entraría en recesión.”

Pierre Rochard (‘Ataque especulativo’)

Un país también puede renunciar a su moneda o establecer una paridad con el dólar, lo que neutralizaría el efecto descrito por Pierre.

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Esto no es decir que el destino del dólar no sea el mismo que el de toda moneda fiduciaria y abusiva (la desaparición) por pura ley natural de mercado; sino que la conquista no va a ser tan fácil ni rápida como nos la pintan los sabios economistas. La gente no es tan sabia como para elegir el bitcoin; la gente es idiota y le gusta que la estafen, y hasta cuando se vean forzados a comprar bitcoins se creerán que les están estafando.

Recientemente he sabido de militares retirados que, en lugar de invertir su pensión en Bitcoin, invierten en altcoins; y no a ciegas, sino tras mucha matemática. Este otro equipo de estudiosos, como cualquier guerrero económico del Tesoro de los EE UU, no ve sino la oportunidad de estafar a los ingenuos que vengan detrás; de abanderar su empresa como si fuera algo noble, cuando bien saben que no es sino que otra mierda pinchada en el palo de papá Estado. Pero, ¿qué es lo que ama y adora la gente? Las banderas precisamente.