Después de la guerra de divisas

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Imagen por HebiFot

Si la moneda de un país se debilita, eso significa que otras se han fortalecido en relación a ella.

Una moneda más débil puede evitar la deflación temporalmente (por ejemplo, al hacer las importaciones más caras). Pero la represalia de otros países que debilitan sus propias monedas la pondrán de vuelta donde empezó.

«El efecto agregado de la caída de divisas es contrario al propósito explícito de los bancos centrales: el ‘riesgo de deflación’ a nivel global no se ha reducido», dice Stephen King (el economista de HSBC –una clase diferente de escritor de terror–) en una nota de esta semana.

Aun peor, King reconoce que la incertidumbre creada por las escaramuzas de tipo de cambio reduce los beneficios del comercio internacional.

En pocas palabras, el mundo no puede hacerse más rico mediante la destrucción del valor de las monedas. De hecho, probablemente se haga más pobre.

¿Qué nos espera?

Entonces, ¿qué harán?

King esboza cuatro posibilidades:

1. La primera –que él describe como «fatalista»– es «aceptar que la política monetaria puede hacer muy poco para impulsar el crecimiento económico».

Si la ciencia económica tuviese algún tipo de juramento hipocrático –«En primer lugar, no haré daño, y jamás obraré con malicia…»– el debate probablemente terminaría allí.

Pero no lo tiene. Así que, sigamos adelante…

2. El escenario dos es más estímulos a través de una combinación de política monetaria (del Banco Central) y fiscal (es decir, gasto estatal).

¿Cómo se paga el gasto público adicional? King sugiere un mayor endeudamiento del gobierno financiado por la compra de deuda pública por parte de los bancos centrales como una opción.

Para ser justos con él, al menos señala los riesgos:

“¿Perderían los bancos centrales su independencia como resultado? Y, si lo hicieran, ¿podrían los gobiernos gastar sin límite? El peligro sería una inflación creciente y un colapso de la moneda.”

Sin embargo, ver que este tipo de cosas se discute en los medios masivos de comunicación es inquietante.

3. El escenario tres es más de la vieja escuela: un ataque fiscal sin cuartel sobre la deflación. Endeudarse, gastar, estimular. Repetir y repetir y repetir…

King es escéptico (con razón, en mi opinión).

«El gasto en infraestructura no siempre ha ayudado al crecimiento a largo plazo», dice.

«Japón tiene todos esos ‘puentes a ninguna parte’, mientras que España disfrutó de un boom impulsado por la infraestructura antes del pinchazo de su boom inmobiliario».

4. La cuarta estrategia es tipos de interés negativos sobre el ahorro –acompañados por la abolición del dinero en efectivo para evitar que la gente ponga los billetes bajo el colchón–.

¿Cuál de los cuatro escenarios es más probable?

Así que tenemos a otro miembro del establishment financiero reflotando ideas que habrían sido vistas como peligrosas hace tan solo cinco años.

¿Hacia dónde es probable que nos dirijamos ahora?

Bueno, el escenario 1 es improbable. Si la «amenaza» de la deflación persiste, las ansias de «hacer algo» van a ser abrumadoras.

También tengo mis dudas con respecto al escenario 4. He notado últimamente un aumento en el volumen de las alarmas por la «guerra contra el efectivo». Creo que podría ser una pista falsa. O al menos una distracción del evento principal.

En primer lugar, no hay que subestimar lo que la mayoría de la gente es capaz de tolerar en nombre de la comodidad. Mira con qué alegría hemos adoptado teléfonos con rastreo GPS –el sueño más salvaje de la vigilancia estatal–.

La mayoría de las personas son esencialmente perezosas y harán cualquier cosa por un poco más de comodidad. El alejamiento de nuestra sociedad del efectivo ha sido fundamentalmente voluntario.

Es extraño llamar a algo «guerra» cuando en realidad tiene mucho más de alegre aquiescencia que de imposición por la fuerza.

En segundo lugar, sospecho que una gran cantidad de personas aceptarán tasas de ahorro negativas, al menos hasta cierto punto. Puede parecer irracional, pero así es la mayoría.

Nadie sabe cuál será ese “cierto punto”. Aún no ha sido probado.

El dinero en efectivo aún no está muerto

Tampoco el apego de la gente por el dinero en efectivo ha sido directamente desafiado. Y, por ahora, el público sigue muy apegado a los billetes y monedas.

De acuerdo con el Consejo de Pagos del Reino Unido, el 48% de las transacciones fueron realizadas en efectivo el año pasado. Será menos de la mitad, pero sigue siendo considerable.

Los legisladores también quieren una vida cómoda y tranquila. Así que yo estaría muy sorprendido si el próximo paso fuera la explícita prohibición del efectivo.

Especialmente cuando la tendencia juega a su favor –¿por qué no dejar simplemente que suceda?–.

La monetización de la deuda es mucho más probable –la financiación del gasto público a través de la impresión del banco central–. Hay varias maneras en que esto puede hacerse aparentando que no hay nada de qué preocuparse.

Lo siguiente en orden de probabilidad podría ser las tasas de interés negativas sobre el ahorro –no demasiado, y posiblemente en forma de cargas administrativas adicionales más que como una tasa–.

Después de eso sí, tal vez, podríamos ver el fin del efectivo. Posiblemente con un mínimo de coacción.

Irónicamente, los que alertan sobre una «guerra contra el efectivo» podrían hacer que la monetización de la deuda parezca una alternativa más aceptable.

¡Los hombres de Relaciones Públicas de los «estimuladores» no podrían haber ideado una mejor estrategia!

Así que alguna combinación del segundo y el tercer escenario parece ser lo más probable.

Por Ben Traynor – Ver Texto original en inglés en The Daily Reckoning