Bitcoin: un sistema monetario a la altura de Internet

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Exigir que millones de personas renuncien a intercambiar información por medio de Internet (o bien que soliciten autorización antes de hacerlo) equivale a exigir que vuelvan a caminar en cuatro patas.

¿Por qué habrían de renunciar a las infinitas posibilidades que estas ventajas evolutivas han originado? La mayoría se resistirá. Y quienes obedezcan, lo harán no sólo en contra de sus propios intereses; estarán enfrentándose a una tendencia tan elemental que es compartida por todos los organismos vivos.

Una vez adquirida cierta ventaja evolutiva – sea esta la marcha bípeda, el lenguaje simbólico o el acceso a toneladas de información en una fracción de segundo – ya no hay vuelta atrás. Cuando una ventaja es tan categórica, lo normal es que se propague hasta convertirse en el nuevo estatus del que todos pueden gozar.

Habiendo soportes digitales y medios que permiten compartir instantáneamente imágenes, textos, sonidos y videos con casi todos los habitantes del planeta, no alcanzará la fuerza de mil ejércitos para obligarnos a volver a utilizar cassettes, o a comprar los treinta y dos tomos de la Enciclopedia Británica.

Tal como le ha tocado en su momento a los fabricantes de velas – ante la expansión de la luz eléctrica –, toda la industria de la música se ha tenido que adaptar a un mundo cambiante. Lo mismo tendrán que hacer de aquí a poco los grandes decisores de Hollywood, sólo para no condenarse a la intrascendencia. El mundo simplemente no se adaptará a ellos. Y no importa cuánto dinero ni cuántas conexiones políticas tengan; si no admiten la derrota de su modelo de negocio, las nuevas generaciones ni siquiera sabrán de su existencia, y hasta los analfabetos tecnológicos se reirán de sus amenazas.

Los bancos también tendrán que adaptarse o caer – su alianza con los estados no está escrita en el firmamento. Al fin y al cabo, lo que se transmite por medio de Bitcoin es información digital, y someter a los bits a un control arbitrario, en la era de Internet, no ha funcionado – ni funcionará – para los gobiernos, ni para las compañías discográficas, ni para los medios masivos de comunicación, ni para las agencias de viajes, ni para los servicios postales…

La tecnología es tan natural para el ser humano como lo es la marcha bípeda o el lenguaje simbólico. Por eso, impedir la innovación tecnológica siempre ha resultado, a la larga, una empresa inútil. Hoy, gracias a Internet, es también una empresa inviable.

Bitcoin, a diferencia del sistema bancario, está a la altura de Internet. Y, al igual que el e-mail, llegó para quedarse.

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