El asalto a Bitcoin y el desafío de la resistencia

El asalto a Bitcoin es un tema que de por sí merece un tratado. ¿Qué lo motiva? ¿Cómo está siendo ejecutado? ¿Cuáles son las fuerzas en conflicto? ¿Qué factores lo favorecen? ¿Qué factores lo contrarrestan? ¿Cómo se repele? Al indagar en cada uno de estos puntos se abre ante nosotros un abanico de disciplinas que habrían hecho las delicias de Carl von Clausewitz.

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El mes pasado nos dedicábamos a tratar de anticipar lo que nos espera. El asalto a Bitcoin ha desencadenado una secuencia de eventos que, en nuestra opinión, es tan predecible como las fases de la Luna. Muchos se preguntan cuándo tendrá lugar cada uno de esos eventos –en particular el último: la caída de Blockstream–. Eso, por supuesto, no lo sabemos; nadie puede saberlo. El “cómo”, en cambio, sí puede vislumbrarse; y a eso nos abocaremos hoy: a tratar de identificar algunos procesos que guían y modulan las fuerzas en pugna en este nuevo campo de batalla.

Un error muy común, a menudo cometido por los partidarios de Bitcoin Core, es el de confundir la inercia del status quo con la adhesión masiva y entusiasta de los usuarios de Bitcoin. El planteo puede reducirse al siguiente argumento: “El mercado revela las preferencias de la gente. Ahora Core es el cliente más utilizado. Por lo tanto, ahora el mercado prefiere Core”.

Aunque silogísticamente válido, el argumento contiene al menos dos errores: uno en la proposición inicial y otro en la conclusión.

En primer lugar, hay que señalar que en ausencia de mecanismos para que el mercado exprese de manera eficiente las preferencias de los usuarios, no es posible saber “lo que el mercado prefiere” ahora. Bajo las circunstancias actuales (ausencia de un mercado de futuros de forks de Bitcoin, entre otros catalizadores), inferir que “el mercado prefiere Core” equivale a inferir que una mujer amordazada está consintiendo tácitamente los actos de su violador, o que los habitantes de Berlín oriental que no arriesgaban la vida para cruzar el muro estaban de acuerdo con las políticas soviéticas.

En segundo lugar, si bien el recurso de personificar conceptos para explicar ciertos fenómenos puede ser pedagógicamente útil, es preciso recordar que el mercado no es un señor que toma decisiones. “Mercado” es un concepto altamente abstracto que sirve para llevar a un nivel comprensible la extremadamente compleja interacción entre la oferta y la demanda de bienes y servicios en un orden extenso. Si las demandas de los usuarios (ahorristas, inversores, consumidores, comerciantes, procesadores de pagos, etc.) no se tienen en cuenta (porque son irrelevantes en opinión de los planificadores centrales), el mercado, por definición, no se está teniendo en cuenta.

Para ilustrar las características del asalto a Bitcoin, así como el desafío que representa la organización de una resistencia efectiva, no se me ocurre mejor analogía que la de un pueblo invadido y ocupado por un ejército extranjero. Asumiendo que la inmensa mayoría de los habitantes quiere expulsar a los invasores, y que los invasores están adecuadamente incentivados para imponer su voluntad a los locales, ¿qué opciones tienen estos últimos?

Lanzar un ataque masivo y frontal puede resultar tentador. Pero si el ataque a las fuerzas invasoras no es simultáneo, decidido y persistente, las probabilidades de éxito serán prácticamente nulas. En Bitcoinlandia, esto sería equivalente a lanzar un fork intempestivo.

Una vez más, que la gente no esté rebelándose activa y explícitamente no significa que todos están satisfechos con la presencia de los invasores. Aunque los habitantes del pueblo invadido tienen un objetivo común (expulsar a los invasores), no podrán acabar con la ocupación si no actúan de manera simultánea, decidida y persistente. Tenemos, entonces, un problema de sicronización.

Una vez infiltradas la instituciones locales, la gran ventaja del ejército de ocupación es lo que cabe llamar inercia social. En otras palabras, los ocupantes tienen a su favor la fuerza de la convención –o, simplemente, la fuerza del precedente–. Bajo el nuevo gobierno, si una persona tiene que hacer un trámite municipal, se dirigirá hacia el mismo edificio en el que anteriormente había hecho un trámite similar, aunque todos los empleados municipales ahora estén –a regañadientes o no– al servicio de los invasores.

Para entender la dinámica social que ha facilitado y sostenido el asalto a Bitcoin, así como los obstáculos que enfrentan los atacantes, es necesario familiarizarse con el concepto de Punto de Schelling.

El punto de Schelling es ese sitio en el que naturalmente convergen y se potencian las fuerzas sociales dispersas. En el ejemplo anterior, la municipalidad aglutina a las personas que tienen trámites pendientes y que, a pesar de su disgusto con el nuevo gobierno, no encuentran una manera segura y efectiva de comunicar sus preferencias ni de coordinar sus acciones para hacer valer sus preferencias. El poder de los ocupantes se ve así reforzado.

Esto explica por qué Blockstream ha puesto la mira en Bitcoin y no en cualquier otra criptomoneda: por la misma razón que un gobierno invasor busca tomar por asalto las instituciones de una sociedad ya establecida, en lugar de aventurarse en la selva virgen para enfrentar mil peligros con el difícil, remoto e improbable objetivo de construir una sociedad productiva que pueda ser expoliada. El control de las instituciones locales permite acceder sin gran esfuerzo a la riqueza creada y acumulada en el territorio conquistado.

Los invasores se ven atraídos por los puntos de Schelling porque estos son focos en los que los esfuerzos productivos ya se han concentrado. En el caso de Bitcoin, el poder gravitacional del punto de Schelling es una función del efecto de red; y el efecto de red es el gran promotor del crecimiento de la economía que se ha desplegado en torno a Bitcoin a lo largo de todos estos años. En rigor, el objetivo de los invasores no es Bitcoin, sino los recursos que Bitcoin ha atraído gracias a su potencial como moneda universal resistente a la manipulación.

Aguijoneado por un ideal inconmovible, un día Satoshi Nakamoto se aventuró, machete en mano, en la selva inexplorada. Solo e ignorado –cuando no despreciado– por sus pares, lidió durante años en la espesura hostil con todo tipo de criaturas ponzoñosas, insectos inclementes y predadores furtivos, hasta que finalmente logró despejar el terreno en el cual fundaría la ciudad que hoy todos nosotros habitamos.

Los potenciales invasores saben cuánto más fácil resulta secuestrar el efecto de red que reproducirlo partiendo de un nuevo proyecto. Así pues, los habitantes de Bitcoinlandia tendremos que acostumbrarnos a convivir con la amenaza de invasión –antes y después de la caída de Blockstream–, mientras perfeccionamos la ciencia y el arte de repeler invasores.

Veamos ahora con qué ventajas cuenta la resistencia a la ocupación:

  • Bitcoin carece de un centro rector desde el cual es posible forzar a la gente a entregar su riqueza. En ese sentido, se parece más a la selva virgen que a un pueblo cuyas instituciones pueden ser subyugadas.
  • Los usuarios de Bitcoin pueden actuar en contra de los intereses de Blockstream sin comprometer (de hecho, fortaleciendo) el efecto de red, pero Blockstream no puede actuar en contra de los usuarios de Bitcoin sin comprometer el efecto de red.
  • La resistencia se fortalece a medida que los abusos de los ocupantes incrementan el incentivo de los locales para organizar una rebelión eficaz. Y podemos contar con ello, dado que Blockstream necesita exprimir cada vez más a los usuarios de Bitcoin para mantener felices a sus inversores.
  • Cuando los intereses de los usuarios convergen finalmente en un nuevo punto de Schelling, la inercia pasa a jugar a favor del cambio y en detrimento del status quo.

Recuerda: Bitcoin no es una carrera de velocidad sino una maratón. Si te preparas para la primera con la intención de competir en la segunda, perderás muy rápido tu paciencia y tu dinero.