Acerca del mito del dinero fácil

Por Luis Rodríguez (@RodLuis995)

Recuerdo que la primera vez que me topé con Bitcoin estaba navegando por internet leyendo sobre formas de ganar dinero “fácil”. Desde mi adolescencia he estado interesado en la creación de contenido y las distintas maneras de monetizarlo mediante la publicidad, y aunque mi intento inicial de alcanzar esa meta estuvo más relacionado con escribir mi propio blog e insertar anuncios en él, durante una etapa de mi adolescencia estuve enfocado en las páginas de pago por click (PTC).

Mi primer contacto con la moneda fue durante una búsqueda de plataformas de esa naturaleza. En aquel tiempo, recuerdo, comenzaba a interesarme por monedas extranjeras como el dólar y el euro, cuando tomé consciencia de la inflación y el control de cambio. Entonces estaba “de moda” comprar cosas fuera del país. Recuerdo que aún los smartphones no habían llegado masivamente a Venezuela, y mi más grande deseo era tener suficiente dinero como para comprar por mi cuenta un Android, una PlayStation2 o un Nintendo DS.

11 dólares por cada bitcoin era el precio que señalaba el mercado de cambio de bitcoins que consulté. Aunque me vi impresionado por la relación entre las dos monedas, mi decisión fue ignorar la criptodivisa, porque pensaba que el cambio a bolívares podía ser difícil y porque “obviamente” no eran dólares.

Fue alrededor de 2013 cuando tuve mi segundo contacto con Bitcoin. Estaba rozando los 1.000 dólares por unidad, lo que realmente llamó mi atención. Yo recordaba bastante bien el nombre de la moneda y la ocasión en la que había leído sobre ella. El impresionante cambio en su cotización fue lo que generó en mí un interés por saber cómo funcionaba y quién la emitía.

Ese día comenzó mi carrera; una lucha a contrarreloj por conseguir algo de ese bien que había identificado como valioso. A medida que iba conociendo más sobre Bitcoin, más me interesaba por el emprendimiento, un tema que no ha dejado de apasionarme desde entonces. Mi interés por las plataformas PTC surgió de nuevo; las faucets (grifos de bitcoins) se volvieron mi día a día. Un tiempo después conocí Bitcoinvenezuela.com, entré al grupo y pregunte, pregunte, pregunte… No quería quedarme atrás, no tenía dinero para comprar equipos de minería y mis padres no habrían permitido que yo arriesgase su dinero en ello; aunque probablemente ellos tampoco tenían lo suficiente para adquirirlos, y además, nadie toma a en serio a un adolescente que habla sobre dinero y monedas digitales.

El primer monedero que usé de forma regular fue Coinbase. En aquel tiempo te daban una pequeña recompensa por abrir una cuenta; yo creé varias, una para mí y algunas para mis amigos –ellos aceptaron cederme el saldo de las suyas con tal de que dejase de hablarles del tema–.

Pasé varios meses metido en sitios donde generaba una miseria. Pasaba todo el día visitando páginas y clickeando anuncios, con la esperanza de que en algún lejano día mi esfuerzo se viese recompensado. Llegado cierto momento, me harté. Sabía que mi tiempo era valioso, y que no iba a hacerme rico sentado frente a una pantalla repitiendo esa rutina. Tenía que tradear, comerciar o aprender un oficio, pero algo tenía que cambiar.

No me parece algo criticable que una persona que está interesada en Bitcoin intente conseguir fracciones de un bitcoin de la forma que tenga a la mano. De hecho, en mi primer artículo para este portal hablé sobre cómo conservar aún las cantidades que hoy parecen despreciables puede dar fruto en un futuro, cuando nuestro pequeño amigo, el satoshi, deje de ser pequeño. Aún así, este pretende ser un llamado de atención sobre una idea que mencioné al principio, un error que Bitcoin me ayudó a identificar: el concepto de dinero fácil.

Si bien no me atreveré a decir sin más que el dinero fácil no existe, voy a advertir que estar tras ello, aunque puede motivarnos en un principio, también puede hacernos vulnerables. Huelga decir que internet no está habitado exclusivamente por ángeles, y nunca está de más recordar que –dentro o fuera de internet– la probabilidad de encontrarse una oportunidad real de ganar dinero en forma honesta, redituable y con poco esfuerzo, sin ofrecer prácticamente nada a cambio, es muy baja.

Eso no significa que no existe posibilidad de ganar dinero de forma relativamente fácil, con poco esfuerzo. Recuerdo que mis primeras ganancias más o menos grandes llegaron de forma inesperada, y no requirieron prácticamente esfuerzo alguno. Bastó con dejar una dirección Bitcoin pública en la barra lateral de mi antiguo blog, en el cual escribía con cierta frecuencia por el puro placer de hacerlo, para que alguien anónimamente me enviara 2 o 3 dólares, lo que pasó en varias ocasiones.

Si valoras algo, y quienes obtenerlo, genera valor

Podría escribir un párrafo tras otro explicando lo que en realidad me llevó bastante tiempo internalizar. Pienso que es algo que cada uno entiende a su propio ritmo. Me limitaré a dar el consejo y dejar que la propia experiencia de cada uno haga efecto. Libros sobre esto hay muchos; hay mucho material que leer, muchas personas con las que hablar e incluso muchos videos que ver. Internet está lleno de contenido acerca de las infinitas formas de generar valor, y en eso deberíamos centrarnos.

Pienso que una de las barreras invisibles que se interponen entre muchas personas y la prosperidad es su incapacidad para asignar el valor a las cosas que tienen enfrente. Tal es el caso de los millones de legos y expertos en numerosas disciplinas que aún no comprenden la importancia de Bitcoin, aunque lo estén viendo funcionar.

El potencial de la cadena de bloques ya está más que demostrado; los bancos centrales y los grandes bancos, de hecho, están intentando replicar lo que Bitcoin ha logrado. Pero hay  un “algo” escondido entre las características de la criptomoneda que algunos no tienen la capacidad de comprender por sí mismos; la revolución Bitcoin no puede apreciarse sin un conocimiento aunque más no sea rudimentario de la economía, una disciplina hermosa y no tan difícil cómo pretenden hacernos creer los que esconden su ignorancia tras una nube de fórmulas matemáticas. Una vez que profundizamos en las razones por las que Bitcoin es como es, y lo comparamos con otras monedas que circulan en el mundo, podemos comprender por qué es tan valiosa, y de qué podemos escapar con ella.

Sinceramente, pienso que antes de tener la capacidad de valorar a Bitcoin por lo que es y por lo que ofrece, no se habrá encendido la chispa necesaria para escalar en el ecosistema. Esto, por supuesto, está relacionado con nuestras metas y nuestros ideales. Aprender un oficio nuevo, experimentar o arriesgar, generalmente son cosas que están fuera de nuestra zona de confort. Por eso, solo una vez que Bitcoin sea ante nuestros ojos algo fuera de lo ordinario estaremos dispuestos a esforzarnos lo suficiente por él. Al concluir el proceso de comprender cómo es posible que Bitcoin funcione, también habremos comprendido que en el mercado somos recompensados por lo que hacemos por otros, por cómo servimos a los demás, y no por el simple hecho de querer algo.

Querido lector, para concluir este artículo quiero decirte que estás frente a algo maravilloso, y que sin importar qué estés haciendo justo ahora, siempre puedes hacer más y siempre las cosas pueden mejorar. Pasar varias horas por día en Faucets y PTCs no es, en sí mismo, condenable. Las faucets son la mejor forma ideada hasta ahora de ayudar al común de la gente a testear las aguas de Bitcoin. Lo que sí es condenable es negarse a aprender algo más, a ser creativo, a aprovechar los propios talentos, a desarrollar nuevas habilidades. Date una oportunidad, lee sobre trading, sobre minería Bitcoin, sobre emprendimiento; explora tus fortalezas y debilidades, aprende a vender, a expresarte, a evaluar riesgos y beneficios… Si te tomas en serio este camino y estás dispuesto a transitarlo –en definitiva, a explotar tu verdadero potencial–, la riqueza llegará de una u otra manera.

Agradecimiento especial: quiero mencionar aquí a mi amigo Oliver Perez. Este señor, al cual no conozco en persona, me ha motivado en momentos en los que no sabía qué hacer; me ha aconsejado sabiamente y me ha retado a autosuperarme. “Emprende chamo, emprende, vende productos, presta algún servicio, pero haz algo. Busca más clientes, trabaja el doble, no te rindas. No hay secretos”. Muchas gracias por el apoyo, hermano.